ARENA propuso retomar la iniciativa de ratificar la reforma constitucional que “blinda” al matrimonio, probablemente motivados por la demanda de inconstitucionalidad que interpuso un ciudadano ante la Corte Suprema de Justicia, en la que solicitaba que el matrimonio no se limite a la unión entre un hombre y una mujer.
La reforma propone declarar al matrimonio como la unión entre hombre y mujer “así nacidos”. La idea de añadir esas últimas palabras no es de mi agrado, porque implícitamente se acepta la ideología del género. Entiendo que en un sistema con gran influencia positivista, los legisladores busquen ser lo más específicos posibles para no dar lugar a otras interpretaciones.
Es importante que los diputados y aquellos grupos favorables al matrimonio, eviten discursos de este tipo, pues traen inconvenientes. A nivel de opinión pública, ubica a la discusión como una lucha entre creyentes y no creyentes, como si sostener el matrimonio entre hombre y mujer fuera algo exclusivo de la fe o de la religión. En consecuencia, se genera la percepción de que quienes defienden el matrimonio no quieren un estado laico.
También mezcla la ética personal –como lo son los preceptos morales derivados de la revelación bíblica- con la ética política. En un parlamento se legisla y las leyes no son instrumentos para castigar el “pecado”, sino medios para procurar el bien común, los cuales pueden penalizar conductas inmorales siempre y cuanto atenten contra alguna persona o el orden público.
Otro error es utilizar argumentos que responden a la realidad temporal del pueblo que los diputados representan. Si en un futuro cambian los “valores cristianos” de la sociedad salvadoreña, entonces se podría modificar el concepto de matrimonio al ser requerido por la cultura dominante. De hecho, la última legislación española del matrimonio está motivada por cambio cultural y social para redefinir esta institución: “La sociedad evoluciona en el modo de conformar y reconocer los diversos modelos de convivencia, por ello, el legislador puede, incluso debe, actuar en consecuencia (...) La convivencia como pareja entre personas del mismo sexo, basada en la afectividad ha sido objeto de reconocimiento y aceptación social creciente, y ha superado arraigados prejuicios y estigmatizaciones”, se lee en la introducción a la ley 13/2005.
Dicho esto, y por el poco espacio, propongo algunas ideas puntuales para argumentar en defensa del matrimonio y que, a la vez, ayudan a llegar a una definición del mismo.
- No llamarles uniones homosexuales o gay, sino uniones o matrimonios entre personas del mismo sexo, pues así se evita sonar como discriminatorio u homófobo. Además, estas leyes no requieren un “certificado de homosexualidad” para poder contraer matrimonio.
- Afecto o amor no bastan. El afecto es importante, pero en sí mismo no hace matrimonio, ni convierte en relevante una realidad para ser regulada. Las amistades no tienen reconocimiento jurídico, aunque a nivel personal signifiquen mucho. La dimensión afectiva escapa del derecho; no puede ser cuantificada, ni valorada, ni medida. Si el afecto fuera la base del matrimonio, ¿por qué no convertir en matrimonio las relaciones polígamas, incestuosas y poliamorosas?
- Más allá del afecto, el Estado reconoce al matrimonio porque es de relevancia y de interés social debido responsabilidad propia de los cónyuges de traer nuevos miembros a las sociedades y de procurar su desarrollo. Esta función social evidencia cómo la complementariedad sexual es parte de la identidad esencial del matrimonio.
- El “derecho a contraer matrimonio” no es ilimitado. Todos los ordenamientos jurídicos prevén impedimentos dirimentes que derivan de su naturaleza. Para ningún ciudadano es suficiente la voluntad de contraer matrimonio para poder hacerlo: no es posible casarse entre hermanos, ni con alguien que tiene un vínculo matrimonial.
- Es mejor flexibilizar el derecho en el ámbito civil (herencias, acceso a salud, pensiones, etc.) en lugar de afectar el derecho de familia que responde a un sistema de relaciones que tiene su origen en el matrimonio, precisamente por su carácter reproductivo.
- El matrimonio entre personas del mismo sexo no parece ser una evolución en esa institución, ni una necesidad, consecuencia del cambio cultural. Hasta ahora, nunca se había puesto en duda la heterosexualidad como un presupuesto para formar matrimonio, aun cuando en la antigua Grecia las prácticas homosexuales eran comúnmente aceptadas.
*Periodista.
jaime.oriani@gmail.com