¿Nos convertiremos en un desierto?

Nuestras autoridades, que derrochan en lujos para  beneficio personal, permanecen impasibles ante el evidente deterioro de nuestro medio ambiente.

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19 November 2016

El  cambio climático ha sido visto con indiferencia por algunos sectores, con incredulidad por  otros, y para la mayoría de los salvadoreños  como un tema que no va a afectarnos, y por el que los líderes del mundo  toman decisiones y suscriben tratados que no nos preocupamos por entender.

Pero el suplemento Séptimo Sentido de LPG es un alarmante llamado de atención, al presentar en forma dramática el lento pero inexorable camino que lleva a nuestro país y puede en pocos años convertirse en un desierto.  Y lo más preocupante es que a las autoridades competentes parece no interesarles, a pesar de las advertencias y llamadas de auxilio de los ciudadanos que están experimentando su destrucción.

En la playa La Tirana en Usulután el nivel del mar ha aumentado en forma tal, que ha dejado a la comunidad sin 350 metros de bosque salado,  convirtiendo el manglar en un enorme banco de arena, matando los punches y peces zambos, cuya pesca constituye el medio de subsistencia de los habitantes.
  
El Salvador ha experimentado un preocupante aumento en sus temperaturas, hasta 2° C en la zona oriental del país, lo que ha incidido negativamente en las cosechas. En La Unión, de seguir la situación como hasta ahora, la siembra del frijol rendirá 98% menos, y en el maíz la caída  en el rendimiento será del 47 %.

Las comunidades en la desembocadura del Río Goascorán han visto cómo el río ha acumulado enormes cantidades de lodo, piedras y hasta árboles grandes, en cantidades tales que no permiten a los lancheros salir al mar, y deben penetrar en aguas de Honduras, lo que pone en peligro sus vidas y enfrentan el decomiso de sus embarcaciones.  Desde hace varios años, las autoridades municipales  se han dirigido al Gobierno Central en busca de ayuda.  En una oportunidad  llegaron varios técnicos, observaron, tomaron notas,  confirmaron la necesidad de maquinaria pesada, y finalizaron así su gestión.
   
Por más de veinticinco años, los líderes mundiales  han  discutido el tema, llegando   finalmente  a un acuerdo, el Protocolo de Kioto, aprobado en 1997 y ratificado en 2005 por un buen número de países.  Este acuerdo, que ya se encuentra en vigor,  implicaba que los países ricos comprarían certificados de emisión de gases a países en desarrollo que ejecutaran proyectos de emisión.  

En la cumbre anual del clima que actualmente se celebra en Marruecos, está presente  una comitiva del Gobierno salvadoreño, no sabemos integrada por cuántos felices funcionarios, y encabezada por la Ministra Lina Pohl.  Pero sin ninguna posibilidad de participar  en las negociaciones  y beneficiarse de la ayuda prometida, porque en el largo término de un año, El Salvador no fue capaz de ratificar el acuerdo.

No hay ningún proyecto concreto de reducción de emisión de gases, ni siquiera planes  para las primeras zonas que se muestran afectadas por el calentamiento,  como la de los manglares,  por lo que no tenemos acceso a  recursos financieros para la adaptación.  Se continúa con políticas  dañinas al medio ambiente, como la autorización de mantener circulando buses vejestorios, con más de 20 años de fabricación, y continuar con la importación masiva de vehículos que aunque de reciente fabricación, se compran como chatarra por los  severos daños causados en accidentes.
 
Nuestras autoridades, que derrochan en lujos para  beneficio personal, permanecen impasibles ante el evidente deterioro de nuestro medio ambiente, indiferentes ante el peligro de que en pocos años, nuestro territorio antes feraz y exuberante, se convierta en un desierto.  El MARN parece ser menos que un fantasma pero sus autoridades andan turisteando en Marruecos.
 


*Columnista de El Diario de Hoy.