Antes de los huracanes, Puerto Rico era un desastre económico, dijo el Presidente Trump al hablar de “un país que el populismo ha golpeado”, convirtiendo una parte significativa de los pobladores en dependientes de ayudas o subsidios que no pueden pagarse más.
La burbuja benefactorista se creó principalmente hipotecando el futuro, como aquí en nuestro país con los efemelenistas. Y apoyados en eso es que muchos puertorriqueños obtienen servicios y dineros sin haberlos ganado.
Tardíamente los puertorriqueños se dan cuenta de que en la vida “no hay almuerzos gratis” y que corren riesgo de convertirse en otra isla pobre del Caribe.
Puerto Rico tuvo un modesto boom económico gracias a los beneficios fiscales que durante unos años concedía a empresas para que se establecieran y generaran empleos, pero luego, debido a presiones sindicales y la indolencia de la mano de obra, la mayoría de ellas cerró sus operaciones, como está sucediendo en El Salvador a causa de la inseguridad y el acoso fiscal, que ha llevado al cierre de numerosas maquilas pese a lo laboriosos que son los salvadoreños.
Buscando fuentes de ingreso, Puerto Rico legalizó el juego hace años, atrayendo casinos que en todo caso no pueden competir con Las Vegas o Atlantic City, que está muy cerca de Nueva York.
El mensaje en el muro, como en el festín de Baltasar que narra la Biblia, es: o se ponen a trabajar o emigran a otras ciudades de Estados Unidos o se resignan a una mayor pobreza.
Trump criticó a la alcaldesa de San Juan por ser ella una de las promotoras del “Estado Benefactor”, el Estado-Nodriza, que ha causado esa casi bancarrota anímica de los puertorriqueños, ahora agravada por los huracanes.
La disyuntiva es: o cambian de actitud o se convierten en una de las tantas islas caribeñas donde la situación económica es precaria y la gente vive en casas de hojalata o cartones.
Cada día es más difícil para personas sin oficio, poca experiencia y sin voluntad para el trabajo, encontrar empleo. Y si a esto se le agrega la consciente destrucción de empleo, como sucede en El Salvador con el socialismo del Siglo XXI, las perspectivas para la gente son sombrías.
En toda sociedad, empero, hay sectores que se esfuerzan y llevan vidas muy positivas, como los hemos conocido y tratado en Puerto Rico.
¿Cómo puede Puerto Rico resolver el problema que ellos mismos han creado?
La fórmula del progreso es muy simple:
Si no trabajas, no comes
Las fórmulas para superar un desastre social y económico varían de acuerdo con los pueblos que se encuentran camino de hambrunas, como ha sido el caso de Indochina tras la caída en el comunismo y que ahora son naciones capitalistas muy productivas e innovadoras.
Dos excelentes ejemplos más son el de Alemania, destruida al final de la Segunda Guerra Mundial, y Corea del Sur en la década de los Cincuenta.
La fórmula es relativamente simple: si no trabajas, no comes; nadie va a correr a sostenerte cuando tú mismo debes ser tu apoyo.
Suprimir el benefactorismo, el Estado Nodriza, los subsidios, los programas “para los pobres” es lo esencial, pues fuera de casos de personas que física o mentalmente no pueden sostenerse a sí mismas, el resto de la población tiene que esforzarse para comer, vivir y recibir servicios ganándolos con su labor.