Maldiciones de la época

En esta mágica época desciende sobre nosotros otra maldición que contagia más que la gitana. Es aquel deseo de comprar y comprar, comprar y comprar.

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21 November 2016

Se dice que a Fulano le ha pegado la maldición gitana cuando este, por chupar lunes, chupa toda la semana. Un mal similar a la Lupe Reyes, que se da cuando Sutano decide agarrar avión, entre el día de la Virgen Morena y el de Melchor, Gaspar y Baltasar.

Los grandes ganadores de esta maldición son las cantinas, comedores, cervecerías, licoreras y negocios nocturnos de toda índole. “También los hospitales y las funerarias”, afirma la lorita Pepita. “Mejor bolo conocido que alcohólico anónimo…. hic”, gritan Fulano y Sutano.

Este grito se escucha con más intensidad cuando deja de llover, cuando la Pachamama nos regala aires frescos, campos floreados, cielos azules y estrellados, cuando huele a Navidad.

En esta mágica época desciende sobre nosotros otra maldición que contagia más que la gitana. Es aquel deseo de comprar y comprar, comprar y comprar. Después me dijo un banquero que no importa si no hay dinero, pues la tarjeta, con extrafinanciamiento, puedo planchar.

¡Y cómo no van a dar ganas, pues!

Maldición Negra se llama esta plaga. Supone pegar el último viernes de noviembre pero, desde octubre, empieza un intenso bombardeo de ofertas “Pre Black”. Carros, computadoras, supermercados, colchones, viajes, zapaterías, ¡todo en oferta!

Ganan los negocios con presupuesto y buena asesoría publicitaria. Aplaudo la idea del barco, atracando en Acajutla, cargado de contenedores con mercancía nueva rumbo a las tiendas del creador de la Maldición Negra.  ¡Tierra, y alboroto de consumidores, a la vista!

Ganan los periódicos, los canales, las radios, la vía pública y las plataformas digitales. 

Ganan todavía más los grandes bancos que, en plena competencia de tarjetazos, estimulan nuestras glándulas materiales con $100,000 y carrazos.

Perdemos los que caemos en tentación; los que hacemos trizas la rata y el aguilucho antes de que caigan; los que planchamos y planchamos con la esperanza de ganarnos la Cayenne.

La Maldición Negra se vuelve crónica cuando empezamos a comprar cosas que no necesitamos. Cuando todos los meses llegan dos que tres estados de cuenta de varias páginas. Cuando raspadito nos alcanza para pagar el mínimo. Cuando andamos rejuntando para comprar los útiles escolares. Cuando babeamos por el millón de Dubái.

Oniomanía se llama la adicción al consumo, un claro trastorno psicológico, como lo es el abuso del jarabe, de chivear, de mucho  (o muy poco) comer.

Según The Economist, 33 % de los habitantes adultos de Trumplandia padecen de Oniomanía.  Dice que los que más compran no son las mujeres afirmando que también los hombres, en especial los de mediana edad (eh ahí mi nueva bicicleta).

Me llamó la atención que hay más víctimas jóvenes: 46 % de los millennials,  que gastan en su afán por mejorar su autoestima, por tener éxito en la cacería.

Si usted exhibe cualquiera de los síntomas de la Maldición Negra, le recomiendo que lea “El monje que vendió su Ferrari”.  Aclaro, el monje no es Mauricio Funes;  él es exiliado, y no creo que haya vendido su Ferrari.

Se trata de un abogado acumulador de riqueza con la que, según él, compraba todo.  Hasta que un día, en plena corte, le dio un telele que lo hizo darse cuenta de que hay cosas más importantes que las cosas. Se interna en un ashram en los Himalayas y se convierte en monje.

Ahí, encuentra su verdadero propósito de vida, cambiando el dinero, poder y prestigio, por el amor de su familia; los tres martinis del almuerzo, por un licuado de espinaca; su traje apretado, por un gabán blanco de tela hindú; su cigarro por inhalaaaar y exhalaaaar.

Pero ojo: Tampoco se trata de no comprar nada, no todos somos de Ahuachapán. El dinero (y el plástico) son la sangre de la economía que debemos hacer circular y más de alguna oferta aprovechar.

Solo recordemos que todo es pare el uso y no para el abuso. Dicen que somos lo que comemos, pero no somos el carro que manejamos, la ropa que vestimos o el perfume que respiramos.

Buczos caperuxos. Que el testimonio del antes abogado, ahora monje, nos libere de la gitana, de la Lupe Reyes y de la Maldición Negra.
 

*Columnista de El Diario de Hoy
calinalfaro@gmail.com