Así recuerdo al Presidente Calderón Sol

En realidad, Armando Calderón Sol estaba hecho de una madera muy especial, era un roble, a decir verdad. De temperamento inquieto y muy apasionado por el trabajo.

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Por Elizabeth Castro

13 October 2017

Al iniciar su mandato, el presidente Calderón Sol tenía varias preocupaciones que lo agobiaban: la deplorable situación económica del país, producto de los años del conflicto armado que incluían la destruida infraestructura vial primaria y la red secundaria de carreteras que por su pésima situación dificultaba la salida de las cosechas al mercado.

A esta preocupación se sumaban los severos daños al sistema eléctrico nacional que había sido objetivo de guerra. Además, la precaria situación social que contemplaba desafíos tales como la reubicación de miles de familias desplazadas, la falta de oportunidades, la frágil situación de la salud pública, la educación casi en abandono lo cual se resume en una economía totalmente deprimida al finalizar el conflicto y su consecuencia en lo social.

Pero quizás la preocupación más grande era el poco tiempo que tenía para ejecutar todas las obras contempladas en el Plan de Nación. Cinco años era poco para hacer realidad tanto proyecto.

No había que perder ni un minuto así que manos a la obra. Las jornadas laborales, en promedio, eran de 12 horas y es que el Presidente era madrugador y en eso hacíamos competencia. A las siete de la mañana ya estaba en su despacho y yo presto para llevarle el resumen informativo del día y recibir cualquier instrucción.

En realidad, Armando Calderón Sol estaba hecho de una madera muy especial, era un roble, a decir verdad. De temperamento inquieto y muy apasionado por el trabajo. Le gustaban las cosas a la carrera y bien hechas. Él mismo era una carrera. Caminaba muy rápido. En lo personal nunca pude alcanzarlo o sobrepasarlo en los amplios y largos pasillos de Casa Presidencial en San Jacinto.

La jornada semanal, que muchas veces era de siete días, contemplaba, al menos, dos o tres visitas a los departamentos, tomando en cuenta, además, compromisos cotidianos como atender visitas en el despacho, disertaciones en eventos importantes, inauguraciones de simposios o jornadas de relevancia.

Para poder cumplir con su agenda, el Presidente Calderón Sol viajaba por aire cuando los eventos se realizaban en lugares distantes. Así que, por lo menos, había que volar dos veces por semana en helicóptero ya sea a un evento con presencia de mucho público o cuando de supervisar alguna obra se trataba.

La agenda siempre permanecía saturada pero bien distribuida y de eso se encargaba Benjamín Cestoni, el Secretario Privado. Solo así se puede explicar cómo un hombre tan comprometido con su trabajo pudo hacer tanto en cinco años. Modernizó el Estado, abrió las puertas a la inversión extranjera, creó el Centro Nacional de Registros, privatizó las telecomunicaciones y la electricidad, así también las pensiones, empresas obsoletas y mal administradas en manos del Estado.

Cabe destacar en la administración Calderón Sol el enorme empuje que tuvieron los programas sociales. El éxito de la gestión social, sin duda, fue tener al frente de la Secretaría Nacional de la Familia a la propia Primera Dama, Doña Elizabeth Aguirre de Calderón, una mujer sensible que supo presidir grandes proyectos que beneficiaron a la mujer salvadoreña como el Instituto Salvadoreño para el Desarrollo de la Mujer (Isdemu). El Vaso de Leche y Escuela Saludable fueron programas verdaderamente significativos para la población beneficiada.

No obstante la dificultad para financiar los proyectos, el gobierno de Calderón Sol no se detuvo y continuó con la modernización del Estado a pesar del desgaste que eso significaba debido a la enorme oposición que enfrentaba.

A veces se quejaba, en público y en privado, por el trato mediático que se le daba a su gestión. Calderón Sol resentía que se diera más peso a la información desfavorable a su gestión que a las abundantes obras que se iban generando; pero poco a poco se dio cuenta de que la información que se producía desde la Presidencia de la República no solo era para cubrir las necesidades de las salas de redacción.

Las acciones en materia de relaciones públicas e información con diferentes instituciones, entre ellas, las iglesias, los partidos políticos, las gremiales y la propia comunicación intergubernamental multiplicaron la opinión pública favorable.

Por todo ese gran esfuerzo y buenos resultados, hoy, a tantos años de su presidencia y ante su repentino fallecimiento, políticos, líderes e intelectuales de peso reconocen que Armando Calderón Sol fue el mejor presidente del Siglo XX.

Entonces se puede decir: “Presidente, todo se hizo bien, o como Usted decía: ‘Mejor, se arruina’ ”.

Descanse en paz, Don Armando.

*Francisco Imendia

Exsecretario de Información