El Reformador Martín Lutero nació cerca de Berlín, Alemania, en 1479. Sus padres, Margaret y Hans, se preocuparon de proveer a su hijo una buena educación básica, lo que le permitió iniciar sus estudios en leyes en la Universidad de Erfurt a los 13 años.
El 2 de julio de 1505, su vida da un giro inesperado cuando casi es alcanzado por un rayo, prometiéndose el mismo y a Santa Ana que si sobrevivía, se volvería monje. A pesar del enojo de su padre y contra su voluntad, cumple su promesa años después y toma los votos monásticos de la Congregación de san Agustín.
Este es en breve el inicio de la vida del monje que, de acuerdo con la historia, provocó en octubre de 1517 la mayor Reforma que la Iglesia ha tendido. Inició ese proceso con la colocación de las llamadas Noventa y Cinco Tesis, que no son más que párrafos breves y numerados que tenían como finalidad mejorar algunos aspectos de la Iglesia, los cuales se inician como un rechazo a la denominada “venta de indulgencias”.
Sin embargo, a pesar de que los religiosos han denominado a este proceso Reforma, estudios recientes han demostrado que el evento fue todo menos una Reforma pacífica, entendiendo como Reforma “una modificación pacífica con la intención de mejorarlo”. Por el contrario, dicha situación generó no solamente la persecución de feligreses que se habían acogido a las dos grandes denominaciones religiosas en disputa, sino que también a aquellas pequeñas denominaciones religiosas que se formaron al fraccionarse el Protestantismo naciente de esa época.
Es por esto que algunos historiadores y teólogos han preferido usar el término cisma, es decir, una “división o separación que se dio en el seno de la religión” pero que no conlleva necesariamente el hecho histórico de haber sido pacífica.
En este sentido, es especialmente importante mencionar el abordaje que hace Francisco Pérez y Antón, escritor de origen español que reside en Guatemala desde 1963 y quien publicó este año el libro “Cisma sangriento el brutal parto del protestantismo: un alegato humanista y secular”. En su libro, Pérez y Antón reseña cómo las denominaciones religiosas en disputa causan cifras elevadas de heridos, torturados, quemados en hogueras y muertos como resultado final de dicho cisma.
Es así como el movimiento que comenzó como una Reforma para mejorar el Cristianismo terminó separando de forma irreversible y de manera no tan pacífica las fracciones cristianas en contienda, que inicialmente fueron dos pero que con el tiempo se volvieron tantas que no es posible precisar con exactitud su número. Así, lo que inició como un movimiento religioso finalmente tuvo consecuencias tanto políticas, culturales, sociales y económicas que configuraron un mundo diferente a partir del siglo XVI.
Lo lamentable de ese cisma religioso, además del insólito número de vidas perdidas, lo constituye el hecho de que los países europeos que participaron activamente de ese movimiento de separación religiosa, Noruega, Alemania, Reino Unido y Suecia, se encuentran hoy en día entre los países con mayor número de personas con apatía religiosa, irreligiosidad y ateísmo.
Es por eso que debemos coincidir con el escritor Francisco Pérez y Antón cuando refiriéndose a los bandos cristianos en disputa desde el siglo XVI, menciona: “…No todos son creyentes, aunque hayan sido bautizados. Se sienten cristianos por cultura mas no todos lo son por su fe”.
*Médico y colaborador
de El Diario de Hoy.