El final de un desvarío

El golpe de suerte de manejar empresas y gobierno les quitó a los miembros del FMLN cualquier excusa por su fracaso. El destino les dio todo lo que querían y todo lo dilapidaron.

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24 November 2016

El FMLN ha hecho con Alba cosas que ningún otro inversionista ha hecho en toda la historia del país, como quemar en pérdidas irrecuperables la mayor parte de $800 millones de dólares de capital, perdiendo hasta en la distribución de productos del petróleo.
 
Los resultados del FMLN en el gobierno también son desastrosos. Igual que lo que hicieron con las empresas privadas Alba, los del FMLN han llevado al país a una crisis que será seguida de varias más mientras siguen gastando más que lo que les ingresa, a pesar de que los ingresos han subido muchísimo, y mientras siguen exigiendo que les autoricen más y más deudas. Mientras tanto, los servicios públicos van cada vez peor. 

Si no fuera tan trágico, y si no fuera tan grotesco, esto podría llamarse el fin del sueño del FMLN. En realidad es el fin de un desvarío en dos actos. Primero, la idea peregrina que se les metió en la cabeza a los ahora líderes del FMLN de que manejar empresas y Estado era simple y fácil, y que ellos podrían hacerlo sin poseer la  mínima educación. Segundo, la terrible idea de que ellos tenían derecho a destruir todo lo que fuera necesario para instalarse como los jefazos del país en empresas y gobierno. 

Ellos trataron de quedarse con esas posiciones desde los Años Setenta. Su método para tomarlas fue destruir todo lo que era bueno para que no hubiera nada en pie, excepto ellos. Así mataron y secuestraron a empresarios y funcionarios de gobierno. Cuando se dieron cuenta de que el país estaba en línea para convertirse en una fuente de empleos de alto valor agregado en la industria electrónica, no descansaron hasta que hicieron que Texas Instruments y varias otras empresas de alta tecnología se fueran del país en medio de una explosión de secuestros, asesinatos y violencia laboral que no buscaba defender a los obreros sino quitarles el trabajo para que se unieran al FMLN. Si no fuera por su destructividad, El Salvador sería el centro de la industria electrónica de Centro América.
 
En 2008 se encontraron con el poder político en la mano y los socialistas del siglo XXI les armaron una empresa privada (Alba) a la que le prestaron casi mil millones de dólares. Al fin, los miembros de la pequeñita elite que maneja el FMLN se convirtieron en lo que siempre soñaron: en los mandamases de empresas y gobierno, manejando cientos y miles de millones de dólares. Por ambos caminos subieron arrebatándole el dinero a sus legítimos dueños —en el caso de las empresas, a los ciudadanos de Venezuela, y en el del gobierno, a los de aquí. En ambos casos han dilapidado lo que les dieron. Ni con dinero regalado han logrado manejar empresas o gobierno.
    
Eso ha sido porque lo único que les ha interesado ha sido obtener más, más y más dinero para gastar más y más en crear redes de gente que depende económicamente de ellos, jamás cruzándoseles por la cabeza que el dinero hay que invertirlo juiciosamente para que rinda beneficios a quienes lo han ahorrado — para producir rendimientos en las empresas y para proveer servicios públicos en el gobierno.
 
Si pudieran enfrentar su vida, los del FMLN tendrían que reconocer que con su ambición de manejar empresas y gobierno sin tener la mínima preparación y a la brava han causado un daño terrible al país. Ese daño no solo está contenido en la pérdidas actuales del gobierno y de Alba sino en todo aquello que destruyeron para llenar sus ambiciones personales. Esos daños contienen lagos de sangre y pérdidas enormes en la calidad de vida que la población tendría si no hubiera el FMLN causado la destrucción de empresas y empresarios que marcaban ya un futuro brillante para el país. 

El golpe de suerte de manejar empresas y gobierno les quitó a los miembros del FMLN cualquier excusa por su fracaso. El destino les dio todo lo que querían y todo lo dilapidaron. Su fracaso no es de ahora. Es el fracaso del sueño o desvarío que dio forma al partido. Qué tristeza que para aprender esa lección ellos han causado, y siguen causando, tanto daño al país.
    

*Máster en Economía,
Northwestern University.
Columnista de El Diario de Hoy