Hay una polarización inaceptable entre los que “todo lo saben” y el resto del país

El problema se deriva de grupos, movimientos o facciones que se creen en posesión de la verdad absoluta, o si no absoluta, en estar por encima de sus semejantes para disponer de un país como si fuera su finca personal y de la gente como sus servidores o sus siervos.

descripción de la imagen

Por Mirna Navarrete

09 October 2017

La polarización que sufre el país inquieta a muchos sectores, entre ellos representantes de países amigos que sufren, en sus naciones, similares problemas: los neonazis niegan el derecho de existencia a los partidos tradicionales de Alemania; en España “podemos”, comunistas radicales, se juntan con los nacionalistas catalanes para hostigar a la sociedad entera; aquí el régimen efemelenista la ha emprendido contra la sociedad del progreso precipitando un creciente deterioro económico.

El problema se deriva de grupos, movimientos o facciones que se creen en posesión de la verdad absoluta, o si no absoluta, en estar por encima de sus semejantes para disponer de un país como si fuera su finca personal y de la gente como sus servidores o sus siervos.

Esa autosuficiencia, o sicopatía, les hace caer en la arrogancia y de la arrogancia al descaro propio de los ignorantes, que al saber muy poco de las cosas se creen con la autoridad para improvisar y al improvisar despotrican.

El ejemplo histórico de esta mentalidad se atribuye al Califa Omar, sucesor de Mahoma, a quien se culpa de haber dado fuego a la biblioteca de Alejandría diciendo que “si repite las enseñanzas del Corán es irrelevante; si las contradice hay que destruirlo” y ese fue el final de muchas de las grandes obras de la Grecia clásica y de los escritos de los primeros padres de la Iglesia.

Lo que tiene largo rato de estar sucediendo en nuestro país con el oficialismo, que rehúsa asesorarse en nada, nunca consultan, nunca verdaderamente debaten ideas, nunca corrigen sus rumbos: van detrás de la zanahoria que les han plantado frente a sus ojos.

Las sociedades son organismos vivos extraordinariamente complejos, que se mueven por sus propias fuerzas internas, una dinámica que es la suma de las decisiones libres y espontáneas de cada uno de sus miembros, desde los que están por nacer hasta los que han muerto.

Los ejemplos de tal cosa son innumerables, pero el más sencillo y fácil de comprender es lo que pasa en los mercados de las ciudades o las colonias cada mañana: sin que nadie se lo proponga o lo planifique, allí llegan los alimentos, los artículos, los artefactos inclusive, que la gente necesita. Y cuando algo falta es en cosa de pocas horas que esas necesidades se cubren.

Han caído diluvios de agua

pero no hay plan para guardar una parte

No hay ningún comité de planificación en el mundo que organice el abastecimiento de bienes y alimentos con la prontitud y precisión que los mercados libres, como lo demuestran las crónicas carestías que se sufren en los países regimentados como Cuba y Venezuela, la Venezuela donde mucha gente come basura.

Y quien siga creyendo en la capacidad del oficialismo para administrar, que se informe del descomunal desmadre que tiene lugar en las Aduanas terrestres o en los hospitales y centros de salud públicos.

Tómese el caso del agua, de su abastecimiento.

En las últimas semanas han caído sobre nuestro territorio enormes cantidades de agua, suficientes para abastecernos por muchos años.

Pero nadie dentro del régimen, ninguno de los “marxistas del caite” ha hecho la menor propuesta, el plan más elemental, para guardar siquiera una modesta parte de esos caudales para restablecer los mantos freáticos y crear estanques y pozas nuevas. Y ni siquiera tratan de informarse cómo hacerlo.