El fallecimiento reciente del dictador Fidel Castro podría ser el inicio de una nueva era en política y en varias otras modalidades científicas. No debería de surgir ya ningún líder con esa característica tan nefasta, de afincarse en las propias ideas de una forma inamovible, incuestionable e irrefutable. Vienen a la mente los gobernantes como Hitler, Stalin y Chávez. Personalidades con fuertes rasgos paranoides que, al creerse constantemente amenazados por las demás naciones, se atrincheraron más en su concepto ideológico del mundo y sacaron la cabeza sólo para empuñar las armas en “defensa propia”, sin ninguna intención de llegar a conocer la verdad o sus derivados. Lo opuesto a la paranoia es todo lo que lleva a la apertura, al diálogo, al entendimiento, al consenso y a la escucha. El hombre es siempre, y cada vez más, consciente de su escasa capacidad de llegar a conocer toda la verdad, en su absoluta plenitud. Si se pregunta entonces, ¿ qué ha de hacer para resolver los dilemas actuales ? En no pocas ocasiones, de arraigo profundo y raíces complejas, como lo son, por ejemplo: la pobreza, el racismo, la injusticia socioeconómica, y la enfermedad, lo único cien por ciento cierto es que la solución no puede ser nunca cerrarse a lo que plantea claramente la realidad cotidiana, como ha sido el caso de Castro, quien, experimentando en carne propia el magnánimo fracaso de su régimen, insistió en exportarlo, a costa de soberanías nacionales enteras, vidas y demás.
Como contraparte, han surgido en la historia excelentes líderes que han logrado soltar ideologías inicialmente inamovibles, para el bien, no solo propio, sino el de sus ciudadanos. Un excelente ejemplo es el de Abraham Lincoln. Considerado uno de los mejores presidentes del siglo XX, quien, en el momento necesario, logró moverse de su propia postura hacia la esclavitud, a un término intermedio, con la intención de mantener a la nación unida, comprendiendo en exactitud la importancia de los tiempos, los procesos y la persistencia de las ideas coherentes.
Un grupo de psicólogos de la Universidad de Minnesota estudió las características de personalidad de los presidentes de Estados Unidos; ocupando el inventario de personalidad NEO, un test comúnmente utilizado, que tiene un indicador importante llamado “apertura a la experiencia”, que corresponde altamente a la habilidad cognitiva, es decir intelectual. Posteriormente, relacionaron los puntajes de personalidad con el éxito que tuvieron los mandatarios, en la Casa Blanca, según la opinión de 864 historiadores académicos, que habían ya publicado su evaluación de las presidencias.
Los presidentes que habían recibido grandes puntajes de los historiadores tendían a ser inteligentes, tenían metas ambiciosas y, sobre todo, gozaban de una gran capacidad de flexibilidad. Esto converge con estudios anteriores de psicólogos políticos de la Universidad de California, en los que concluyeron que la inteligencia, medida por una combinación de éxitos personales, intereses y alto puntaje en las evaluaciones de apertura a la experiencia, predice el éxito presidencial sobre todos los demás factores individuales.
El hombre es, por su biología, esperanza personal; por su natural apertura irrestricta hacia el futuro; por ser el mismo un proyecto único, perfectible. Motivo de optimismo constante.
Médico psiquiatra