Pray for Las Vegas, pray for El Salvador

Si bien la violencia cotidiana de El Salvador es diferente a lo ocurrido en Las Vegas, no podemos cerrar los ojos a lo que está sucediendo. El escenario se agrava y lo peor que podemos hacer es acostumbrarnos… hasta la indiferencia.

descripción de la imagen

Por Elizabeth Castro

07 October 2017

Una vida es una vida, y cualquier pérdida es lamentable, más cuando es a causa la violencia. El ataque en Las Vegas, el mayor en la historia de los Estados Unidos, ha conmovido al mundo. 59 muertos y 530 heridos. Hasta ahora no están claras las motivaciones que llevaron al atacante a cometer tal atrocidad.

En medio de todo este caos mundial, al que se suman los recientes ataques terroristas y conflictos en diferentes países, me duele ver a muchos salvadoreños lamentándose por estas situaciones cuando en casa las cosas están peor. Es humano expresar el dolor y las condolencias, ciertamente. Si bien la violencia cotidiana de El Salvador es diferente a lo ocurrido en Las Vegas, no podemos cerrar los ojos a lo que está sucediendo. El escenario se agrava y lo peor que podemos hacer es acostumbrarnos… hasta la indiferencia.

Septiembre cerró con 435 homicidios. Al final del mes, tras el inútil despliegue de blindados y militares en diversas zonas de San Salvador, hubo un repunte en la cifra de asesinatos. Todo lo contrario a lo esperado por nuestras autoridades.

Para Óscar Ortiz, el panorama no es tan negro. “Septiembre fue efectivamente el mes más violento del año, pero en las cifras nos mantenemos con menos homicidios y favorables en comparación con 2016”, afirmó. Parece que el vicepresidente le resta importancia a la escalada de la violencia y que no tiene muy claro el valor absoluto e inmensurable de cada vida humana.

Solo entre el 22 y 25 del pasado mes, 108 salvadoreños fueron asesinados. Cuatro días cruentos, en los que, según investigaciones, más del 60 % de las víctimas no tenían vínculos con pandillas. Los datos contradicen las hipótesis cómodas y simplistas de nuestras “prodigiosas” autoridades, quienes suelen reducir el problema a las pugnas entre miembros de esos grupos delincuenciales.

Una de las víctimas de septiembre fue Guillermo de los Santos Cardona. Deja a once hijos en la orfandad. Los vecinos de Izalco lo recuerdan como una persona de bien, dedicada al servicio de la iglesia Inmaculada Concepción de María, donde alababa a Dios con su guitarra.

Don Guillermo fue asesinado “en una parcela que alquilaba para sembrar frijol y maíz (…) Se encontraba limpiando sus frijolares cuando un sujeto llegó y le disparó en la cabeza (…) A un costado de su cadáver quedó su cebadera y una cuma, las únicas cosas que acompañaban al hombre de 68 años”, escribe el periodista Óscar Iraheta en una historia publicada en elsalvador.com.

¿Podemos hacer algo? De entrada, descartemos el disparate de armar a la población, ya que es al Estado al que le corresponde la obligación de brindar seguridad. Pidamos a nuestras autoridades cuentas claras de cómo utilizan nuestros impuestos, principalmente la “Contribución especial para la Seguridad Ciudadana”. Hay mucho dinero por allí, pero extrañamente dicen que no alcanza.

También deberíamos reunirnos y manifestar, para decirle al gobierno —y a los delincuentes— de una vez por todas: ¡basta ya! No es una idea descabellada. Aprendamos de los guatemaltecos, que han sabido pasar de la indignación a la acción, unidos en las plazas y en las calles, exigiendo a los políticos resultados concretos. Los inútiles deberían renunciar, pues con nuestro dinero les pagan sus salarios.

Se acercan elecciones legislativas y municipales. Preguntemos a los candidatos cuáles son sus propuestas en la prevención y combate del delito. Démosles seguimiento, estemos encima, no aflojemos para que cumplan con sus promesas una vez elegidos. Además, este camino hacia 2018 se caracteriza por ser una “precampaña presidencial”. ¿Qué van a hacer por la seguridad pública aquellos que han externado su interés en ser presidentes? Apliquemos la misma lógica del seguimiento con ellos.

“Pray for Las Vegas, pray for El Salvador”. Duele la violencia que desangra a nuestro país y que trunca los sueños de tantos que buscan superarse con el fruto de su trabajo honesto. Duele la violencia que ahuyenta a las futuras generaciones de nuestro territorio. Duele la violencia que deja a tantos en la orfandad y lleva a familias enteras al éxodo. Ya es tiempo de frenarla.

*Periodista.

jgarciaoriani@gmail.com