En diversas entrevistas de opinión, pláticas cotidianas y discursos de funcionarios sobre la realidad nacional, hemos escuchado una analogía bajo la cual “estamos tratando un enfermo de cáncer con remedios para la gripe”, es decir, estamos ofreciendo respuestas simples a problemas que están compuestos por elementos más complejos. Así nos va con temas como sistema educativo, salud, tráfico, transporte público, finanzas, economía, seguridad, pensiones, etc., donde nos conformamos con tapar un bache en una carretera con diez mil hoyos más.
Ante una situación tan complicada como la que vive el país en todos estos ámbitos, el primer paso prioritario es definir cuáles son cada uno de los problemas que componen las crisis y buscar las medidas más adecuadas para resolverlos en el corto y largo plazo. Pero a El Salvador se le va la vida criticando a un lado o defendiendo al otro, enfrascándose en debates estériles que no aportan soluciones concretas a los problemas sobre los cuales se han escrito miles de líneas.
No queda duda de que cada partido en este país piensa que es la única o la mejor opción, restando importancia a las propuestas que el otro hace; pero el aislamiento político que pretenden cada uno de los partidos mayoritarios es irresponsable e insostenible. En primer lugar, porque están ignorando el valor de la opinión de los ciudadanos que no comulgan con sus propuestas, pero a quienes igualmente debe respetar y garantizar sus derechos; y, por otra parte, ese encierro en sus propias ideas los hace creer que la respuesta razonable a los problemas son los que ellos presentan y no los que se pueden construir mediante un diálogo decente, integrado por todos los afectados.
En la elaboración de respuestas juega un rol trascendental la información que nos brindan los medios de comunicación y las entidades que se encargan de proporcionarla. La información es la herramienta fundamental por la cual el ciudadano es capaz de formarse su propia opinión sobre cualquier tema; sin embargo, es imposible pretender que este objetivo sea logrado cuando se ofrece información incompleta, sesgada o a conveniencia, o cuando el micrófono más potente únicamente lo usan personas cuya labor pareciera que es dividir o desinformar, sin que exista la posibilidad de contrastar ideas con aquellos que pueden brindar a la ciudadanía más y mejores datos. Si no se pone en marcha la labor de combatir la ignorancia e informar de la mejor manera, resulta inevitable que los políticos, funcionarios o personajes públicos dejen de comportarse al nivel de personajes de telenovela.
En pleno siglo XXI no podemos seguir creyendo la idea de respuestas únicas, o que principios como la justicia social y la igualdad son exclusivas de corrientes socialistas o que el respeto a los derechos de propiedad y libertad son campos propios de las corrientes capitalistas. Mediante un debate informado, en el que participen ciudadanos, medios de comunicación, funcionarios y gobernantes, es posible construir respuestas completas a las diversas quejas que nos afectan como país. Para ello hay que tener en consideración que debemos darle valor a la opinión del otro, y precisamente eso es lo que falta cuando intentamos desacreditar propuestas con señalamientos personales vanos o malintencionados.
Por ejemplo, la Constitución salvadoreña se constituye como un marco de coincidencias lo suficientemente amplio donde caben la pluralidad de pensamientos, ideologías y opciones políticas. Ni siquiera en el ámbito económico la Constitución toma una postura única, ya que recibe influencia tanto del constitucionalismo liberal como del social. Consecuencia de ello es que no se favorece ningún modelo económico en particular, ni tampoco se prohíbe; en este caso debe ser la comunidad, conforme al avance del tiempo y cambio de necesidades, la que va formando su propio modelo en el cual desarrollarse.
Ya es momento de aceptar que, así como no existen verdades absolutas, ni uno ni otro lado son dueños de las únicas respuestas correctas. La evolución de las sociedades nos obliga también a replantearnos las formas de hacer política y manejar el rumbo del país. Los debates de derechas e izquierdas ensimismados en sus propias ideas no nos han sacado de los problemas que tenemos como país. Ya es hora de que seamos pragmáticos y pensemos en la calidad de las propuestas y respuestas, más que en quien las propone.
*Columnista de El Diario de Hoy.