La prioridad es proteger a la gente, no vigilar al opositor

Los sectores productivos están alertas a las señales que emanan del agujero negro político que es el socialismo del Siglo XXI, pero lo hacen sabedores de que dada la obsesión de la extrema izquierda por el dios partido, cualquier cosa puede presentarse de improviso que afecte el campo laboral, las cadenas productivas y la estabilidad.

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Por Mirna Navarrete

05 October 2017

Por las señales que hay, al parecer las pandillas tienen mayor información sobre los cuerpos de seguridad, que ellos sobre las pandillas, por lo cual a éstas les resulta relativamente fácil atentar contra agentes y soldados.

Para los socialistas del Siglo XXI es más prioritario mantener el control sobre sus opositores y disfrutar de las mieles del capitalismo que resolver el espantoso problema de la criminalidad.

Hay que rectificar: la gente de trabajo, de las gremiales, de los tanques de pensamiento, los informadores, se ocupan del partido oficial no por antagonismos, por complejos o por actitudes viscerales, sino por el desastre de su gestión, que ha causado serios perjuicios a los sectores de trabajo, a las instituciones, al comercio, a la inversión, a la vida de las comunidades, a los servicios públicos y a la convivencia.

Los sectores productivos están alertas a las señales que emanan del agujero negro político que es el socialismo del Siglo XXI, pero lo hacen sabedores de que dada su obsesión por el dios partido, cualquier cosa puede presentarse de improviso que afecte el campo laboral, las cadenas productivas y la estabilidad económica.

La infiltración de pandilleros y mafiosos en los cuerpos de inseguridad del país es uno de los grandes impedimentos para recoger inteligencia, pues los potenciales informantes, la gente decente que vive en barriadas y poblaciones, no sabe si las pandillas, vía los infiltrados, va a identificarla y luego matarla.

Al problema de los infiltrados se suma el de los pactos y alianzas con pandillas con propósitos electorales, pandillas que quitan DUI y además sirven de “vigilantes” en las mesas de votación, intimidando y amenazando a los ciudadanos que llegan a votar.

Al tomar el poder, se creen dioses, inventan el mundo y desatan el hambre

El partido, para los socialistas y marxistas, es una especie de dios que está sobre todo en el mundo, la suprema entidad. Y eso lo dejaron sentado los jemeres rojos cuando tomaron el poder en Camboya en 1975 e iniciaron un genocidio sin precedentes en el mundo contemporáneo: la tercera parte de la población pereció en torturas, masacres colectivas y hambrunas.

Al solo llegar al poder, los jemeres decían: el partido comunista es nuestro dios, en este momento estamos creando el universo, este es el año cero, todo el mundo debe ir a vivir la revolución al campo y dejar vacías las ciudades, es decir, volver al caite y las carretas, como se llegó a proponer aquí.

Camboya era un lindo país con una población tranquila y amable, un tesoro histórico y arqueológico de primer rango, lo que queda de Angkor Yat y sus esplendorosos bosques de Teca... en parte mucho de eso se perdió al tomar el poder los comunistas en la Indochina, región que pasó de esa pesadilla a convertirse al capitalismo más puro. Como aparentemente piensan aquí los efemelenistas cuando entornan los ojos hacia arriba y hablan “del partido”.