Dolorosa centuria

La llamada “Revolución de Octubre” sustituyó el absolutismo zarista por un sistema mucho más despótico, responsable de la muerte de millones de personas en lo que después fue la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

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Por Mirna Navarrete

03 October 2017

Están a punto de cumplirse cien años desde la instalación, en Rusia, del primer régimen socialista de la historia. La llamada “Revolución de Octubre” sustituyó el absolutismo zarista por un sistema mucho más despótico, responsable de la muerte de millones de personas en lo que después fue la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y cuyo colapso, entre 1989 y 1991, se ha convertido en paradigma del fracaso del peor experimento ideológico jamás intentado en el mundo.

Nicolás II había sido proclamado “Zar de todas las Rusias” en 1894, heredando un imperio de más de 22 millones de kilómetros cuadrados y alrededor de 130 millones de personas. El país estaba entonces dominado por una especie de feudalismo multiétnico caracterizado por amplias masas de campesinos analfabetos y una creciente proletarización urbana.

Nicolás Romanov no tenía el carácter ni la formación política necesarios para enfrentar la belicosidad de unas élites burguesas e intelectuales que demandaban cambios. Además, acostumbrado a una autocracia familiar de 300 años, el zar cometió el error de reprimir a la gente cuando empezó a manifestarse en las calles. La huelga general de 1905 obligó al emperador a reconocer una asamblea de representantes (la Duma), pero la manipulación de ésta y la ruinosa entrada de Rusia a la Primera Guerra Mundial minaron la ya escasa simpatía que los Romanov despertaban en el pueblo ruso, que finalmente se sublevó en febrero de 1917 e hizo abdicar al zar.

Mientras Nicolás II y su familia eran hechos prisioneros —en julio del año siguiente serían ejecutados sumariamente—, un gobierno provisional liderado por Alexander Kerenski trató de controlar la convulsa situación, enfrentándose al poder del radicalismo ideológico encarnado por Vladimir Ilich Ulianov, mejor conocido como Lenin. Georgi Plejanov había introducido las ideas de Marx a Rusia, pero fue Lenin el inquieto teórico y hombre de acción que dio un método de lucha y una estructura política al marxismo. Fue, por cierto, su único gran mérito como líder antiimperialista, porque el leninismo creció y se consolidó mediante una poco ejemplar secuencia de golpes autoritarios y tomas fraudulentas de instancias partidarias.

Lenin, de hecho, estaba en Suiza cuando la dinastía Romanov fue depuesta; regresó a Rusia entre vítores para hacerse cargo de un movimiento que reclamaba la profundización del carácter socialista de esa revolución que había triunfado sin su liderazgo directo. Y fue entonces al tambaleante gobierno de Kerenski al que los leninistas le dieron el golpe de muerte el 26 de octubre de 1917, con la toma del Palacio de Invierno en Petrogrado (actual San Petersburgo).

En esa época, y desde la autocracia imperial, era el Calendario Juliano el que se usaba en Rusia para organizar el año, así que, si nos atenemos al calendario occidental (que en realidad la ubica el 8 de noviembre), la famosa “Revolución de Octubre” no tuvo lugar en octubre. No sería hasta el año siguiente cuando el nuevo régimen equipararía el orden temporal de su país con el resto de Europa.

Tampoco fue grandiosa ni heroica la toma del Palacio de Invierno por las masas bolcheviques. Los pocos guardias que quedaban para proteger al gobierno provisional no ofrecieron resistencia al populacho, que más bien se lanzó a la rapiña y a la violación colectiva de mujeres. Ese perfil delincuencial no disminuyó con la posterior creación del Soviet de Comisarios del Pueblo, el Sovnarkom, que incluso ordenó un asalto armado al Banco de Rusia para hacerse con el dinero que necesitaba para funcionar. Paradójicamente, empujadas por el hambre a que condujo la centralización económica, ya en 1921 se produjeron las primeras huelgas obreras contra el “primer gobierno obrero de la historia”.

La URSS fue creada oficialmente en diciembre de 1922. Lenin moriría en enero de 1924, a los 53 años, víctima de una dolencia cerebro-vascular probablemente agudizada por la sífilis. Sería entonces Stalin quien llevaría aquel experimento socialista a sus niveles más escalofriantes de terror.

 

*Escritor y columnista de El Diario de Hoy