Bingen es un una linda ciudad a la orilla del río Rhin, en Renania Palatinado, Alemania, y siempre que vengo, lo hago con las mismas emociones, ilusiones, sensaciones y motivaciones con las que llegué la primera vez en 1968, hace casi cincuenta años, entonces con 23 años y hoy 74. Y siempre que vengo, voy a los mismos lugares para revivir momentos cruciales en mi vida...
Vine aquí en octubre de 1968 para estudiar ingeniería en la Escuela Superior de Ingenieros de Bingen… ¿Y por qué a Bingen?... Pues sencillamente porque aquí está la escuela de ingenieros especializada que cuando finalicé el curso de alemán, como la primera parte de una beca, el tutor de estudiantes extranjeros me preguntó qué quería hacer en el futuro. Le dije, un poco nervioso, estudiar ingeniería… Me respondió: en Alemania tenemos unas 100 especializadas en ingeniería… Su siguiente pregunta fue: ¿a qué se quiere dedicar en el futuro de los próximos 10 años? Le dije que me gustaría construir máquinas y trabajar en fábricas con metales… Entonces él escribió en mi plan de carrera en tres líneas: las prácticas las hará en tres empresas en Saarbrücken, el curso preparatorio en la Escuela de Ingenieros de Kaiserslautern y el estudio de ingeniería en Bingen… Nunca volví a ver a este funcionario que en 15 minutos decidió sobre mi futuro y que antes de despedirnos me dio la mano con el típico apretón alemán, diciéndome: Señor Roque, le deseo muchos éxitos, aproveche bien esta oportunidad… Yo recordé a mi padre que una vez me había dicho: “Hay trenes que en la vida solo pasan una vez”.
Dos años más tarde y cumpliéndose al día los pasos previstos en Saarbrüken y Kaiserlautern, al atardecer de un domingo de octubre del 68 llegué en tren a Bingen… La primera noche dormí en un pequeño hotel cerca del Rhin y al siguiente día me presenté en la escuela de ingenieros para inscribirme… Ese mismo día encontré una habitación con una familia alemana y por la tarde me mudé…
Pocos días después conocí a mi amigo y hoy casi hermano Klaus Becker, con quien estudiamos toda la carrera y nos graduamos el mismo día... Cada cierto tiempo Klaus viene a El Salvador… Y yo cada vez que vengo a Alemania le aviso; él organiza un tour para visitar diferentes lugares y empresas. Me espera en el aeropuerto de Frankfurt y siempre volvemos a Bingen, para nuevamente visitar la que aun consideramos nuestra querida escuela de ingenieros; recordamos a los profesores, las materias, los exámenes y las vivencias de esos maravillosos años.
Me encanta volver al Rhin, ver y respirar el aire de los viñeros y admirar el potencial del gran río, que además de los barcos turísticos que viajan de Bingen a Koblenz, es una autopista acuática de 600 metros de ancho por la que transportan en barcos cargueros millones de toneladas de todo tipo de productos…
Pues este miércoles nuevamente disfruté de esta bella ciudad en la que estudié y me gradué... Y cuando vengo aquí, me sucede como en Valencia, San Vicente o San Salvador: mi mente vuelve atrás y me siento otra vez en casa…
Cuando tenga tiempo, vuelva a sus lugares de juventud con sus amigos, es reconfortante y mentalmente saludable…
* Columnista de El Diario de Hoy.
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