Cien metros de viaje submarino en el gran puerto de Hamburgo

Una vez que se baja por una escalera de caracol al interno del submarino, asombra ver la maraña de cables, manómetros, tubos y espacios muy estrechos que son la entraña del submarino, el U434 de la marina rusa, que empleaba el submarino para labores de espionaje y, con sus torpedos, atacar navíos enemigos.

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Por Mirna Navarrete

26 September 2017

El Nautilus, el submarino imaginado por Julio Verne en “Veinte mil leguas de viaje submarino”; los tripulantes y los tres prisioneros ingleses contemplaban, a través de unas enormes ventanas que daban al océano, todas las maravillas y los tesoros del fondo del mar, desde grandes conchas y sus perlas, perlas del tamaño de un melón, hasta enormes calamares, tiburones, bancos de coral, multicoloridas formaciones rocosas.

El Nautilus tenía un elegante comedor, una biblioteca, literas para la tripulación, dormitorios con mullidos colchones.

Y nada de esto quedaba en desorden cuando el Nautilus embestía a toda velocidad un barco de naciones que esclavizaban pueblos a los que el capitán Nemo les repartía las enormes riquezas que sacaba del mar.

La saga del Nautilus termina cuando, en el mar del norte, el submarino es atrapado por el torbellino del Maelstrom, un vórtice de agua que todo tragaba, igual en su pavorosa fuerza al Caribdis del estrecho de Messina, entre Sicilia y Calabria, que era el terror de los navegantes de los siglos anteriores a Cristo.

Una reliquia de antiguas guerras

que sacudieron el siglo XX

No fueron veinte mil leguas, sino cien metros nuestro viaje submarino en el gran puerto de Hamburgo, en un remanso donde está atracado, desde hace varios años, un submarino ruso que puede visitarse, siempre que quienes lo hacen estén preparados para todas las contorsiones a las que obliga el paso de las escotillas del U-434, aberturas redondas de unos setenta centímetros de ancho que pueden aislar las respectivas partes del submarino que sean inundadas en una batalla.

El submarino tiene unos nueve metros de diámetro, estaba equipado con una treintena de torpedos, el puesto de mando era el centro, la característica torre que sobresale y que sirve para cambiar el aire, realizar labores de espionaje y dejar entrar o salir a marinos, oficiales o prisioneros.

Una vez que se baja por una escalera de caracol al interno del submarino, asombra ver la maraña de cables, manómetros, tubos y espacios muy estrechos que son la entraña del submarino, el U434 de la marina rusa, que empleaba el submarino para labores de espionaje y, con sus torpedos, atacar navíos enemigos.

A todo lo largo del submarino hay literas para la tripulación, literas que estaban ocupadas las veinticuatro horas. Y solo al centro, donde se concentraban los oficiales, es que hay lujos como una mesa de comedor con sillas. Los servicios eran estrechos...

Los camarotes de los oficiales tenían hasta planchas para los uniformes y literas individuales. Pero en todas habían aparatos de medición, válvulas, lámparas, una enormidad de cables cuyo uso ningún extraño logra adivinar.

El recorrido se marca por el paso de las escotillas, que obligan a acostarse para salir al otro lado, sujetándose a lo que esté a mano. La visita es sólo posible para personas que estén en buenas condiciones físicas...

El U-434 tiene una longitud de noventa metros, un ancho de ocho metros y altura de catorce metros. Lleva veinticuatro torpedos de dos toneladas cada uno, seis tubos lanzatorpedos. El submarino podía sumergirse cuatrocientos metros.

El total de la tripulación era de ochenta y cuatro marinos.

La visita es un “punto obligado” para turistas que con ello reviven un fascinante trozo del pasado.