“¿A ver cuándo nos vemos…?”

Al salvadoreño –contrario a los ciudadanos de otras latitudes- simplemente nos va mal decir la verdad, así a secas, o decir con claridad lo que pensamos.

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09 October 2016

Pocas frases resumen tan cabalmente ese espíritu carente de compromiso de los salvadoreños, como la tan conocida “¿a ver cuándo nos vemos…?”.

Al salvadoreño –contrario a los ciudadanos de otras latitudes- simplemente nos va mal decir la verdad, así a secas, o decir con claridad lo que pensamos. Lo consideramos rudo e inapropiado, preferimos ser lo más ambiguos posibles, ya que esa ambigüedad nos da la oportunidad de contradecirnos a futuro si las cosas no salen como lo habíamos pensado.

Entre políticos, el manejo de la ambigüedad llega a niveles de maestría. Si un político prometió algo en tiempo de campaña y se le pregunta luego por qué no ha cumplido, siempre tiene la opción de justificarlo diciendo que en realidad, él nunca quiso decir eso, de hecho, había ofrecido lo contrario, lo que pasa es que se le interpretó mal.

Entre salvadoreñas, la expresión: “Niña, cuídate, ¿a ver cuándo nos vemos…?”, es una frase de fingida cortesía que no tiene nada de relevante, es una expresión vacía y sin trascendencia. Ambas interlocutoras conocen su sentido oculto, algo que sus modales les impiden decir con claridad. Ellas saben que en realidad significa: “la verdad es que no tengo la más mínima intención de volverte a ver antes del año 2020”. Ambas saben las verdaderas intenciones detrás de la expresión, por lo que se dan un beso y un abrazo apretado, conocedoras que han cumplido con un rito social sin honestidad y sin contenido práctico.

En cambio, cuando un salvadoreño conversa con un extranjero, las cosas se ponen complicadas. “– ¿A ver cuando nos vemos?”, dice el salvadoreño. “- ¿Cuándo quiere ud. que nos veamos?”, pregunta inmediatamente el extranjero, sacando su agenda en el momento, ya que sus modales le indican que sería conveniente puntualizar situaciones que no desea dejar tan al aire.

La pregunta, por su parte, desconcierta al salvadoreño, a quien agarra desprevenido y fuera de base. Ya que si algo nos saca de nuestra zona de confort, es que alguien nos pregunte una opinión clara y determinada, sobre un tema que quisiéramos dejar indeterminado. Allá va el salvadoreño a dar una respuesta suficientemente lisa: “a pues al rato”, “quizás mañana”, “quién quita si la otra semana”… luchamos por mantenernos indefinidos a efecto de poner a salvo nuestra psique guanaca, utilizando cualquier tipo de válvula de escape para ponernos a salvo de la situación. 

“- Qué le parece el próximo miércoles 12, a la 4:30 de la tarde en punto?”, insiste el extranjero. “¿El miércoles 12?”, responde el salvadoreño, tocándose la barbilla, con la frente perlada de sudor, ya que para empezar, se le erizó la piel al escuchar la expresión “en punto”, tan acostumbrados estamos a llegar media hora tarde a las citas. Parece que la puntualidad se encuentra fuera de nuestro ADN, así como de nuestra facultades psíquicas y fisiológicas, empezando por la del ex-Presidente que hasta llegaba tarde a sus citas con el Papa. 

Mientras tanto, piensa en algún tipo de excusa: “Híjole, pues no sé, déjeme que le confirme. Creo que algo tenía que hacer ese día, déjeme preguntarle a mi secretaria”. Obvio que el salvadoreño no tiene ni secretaria, ni compromiso. Pero solito se metió en el lío al no haber sido honesto desde un principio. Al final, el salvadoreño reacciona: “Aaaahhh, ¿para el miércoles dice? Fíjese que no creo, creo que estaré fuera del país”, cuando en realidad no tiene ni siquiera la intención de visitar Ataco. 

“No hay problema”, contesta el extranjero, “dejémoslo para el próximo lunes entonces”. “Nooo fíjese, capaz todavía y no regreso. Mejor yo le aviso”, contesta el salvadoreño. Y así, los dos se despiden, confusos ambos: El salvadoreño piensa “qué jode este gringo, y qué no se da cuenta que no lo quiero ver” y el extranjero piensa “¿para qué me dice entonces ‘a ver cuándo te veo’ si no tiene la intención de verme?”.

Y es que quizás eso pasa entre los diplomáticos extranjeros y el Gobierno del Frente: cuando el gobierno dice que quiere combatir la corrupción, lo dice a la salvadoreña, solo para quedar bien, sin intención alguna de poner en práctica el discurso; pero el problema es que los diplomáticos se lo creen y ahí andan dándole apoyo al Fiscal y hasta tomándose fotos…pero el problema real para los corruptos es que, por lo menos hasta hoy, el Fiscal parece que también les ha tomado en serio el discurso.
  

*Abogado, máster en leyes.  
@MaxMojica