Incertidumbre global brota desde la península coreana

Con Corea del Sur dejando claro que no acepta otra devastadora guerra en la península, la opción militar se disuelve para Estados Unidos. Sólo así se explica la confianza de Corea del Norte.

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Por Mirna Navarrete

25 September 2017

Ante el reciente lanzamiento, por parte de Corea del Norte, de otro misil que sobrevoló Japón, expertos analizan lo que pasó y por qué la guerra no se ha materializado.

Corea del Norte ha estado trabajando en el desarrollo de armas nucleares durante años, esto no es nuevo, pero la culminación de su programa armamentista no convencional se ha convertido en una crisis. Hay pruebas de que Corea del Norte ha desarrollado potentes ojivas nucleares lo suficientemente pequeñas como para ser instaladas en misiles. También hay pruebas de que Pyongyang avanza hacia un nuevo misil, capaz de alcanzar territorio continental de Estados Unidos.

Estados Unidos tiene poco que ganar a resultas de una guerra con Corea del Norte; su objetivo solo sería deshabilitar su programa nuclear. Ese plan de guerra sería complejo y, aunque lo más probable es que tendría éxito, es de considerar que “probable” no pertenece al diccionario de la guerra. El escenario de las instalaciones nucleares y las bases de misiles están geográficamente dispersas, muchas en búnkers subterráneos.

Los norcoreanos han reunido artillería a lo largo de su frontera, a poca distancia de Seúl; en el caso de un ataque estadounidense se asume que esas armas se activarían, habría muchas víctimas surcoreanas. Destruir esas baterías requeriría una campaña aérea significativa; en el ínterin, la artillería norcoreana dispararía hacia el Sur.

Se sabe que Estados Unidos solicitó a China negociar una solución para la zona, pero esta alianza fracasó al querer controlar Corea del Norte. Muchos opinan que a los chinos les es indiferente que Estados Unidos se decante en una guerra que, de perderla, debilitaría grandemente la hegemonía global de Washington, y por otro lado, de ganarla, sería a costa de bajas masivas en ambas partes.

Los norcoreanos aducen el armarse para disuadir a los norteamericanos de sus intenciones de desestabilizar el régimen de Pyongyang. El riesgo de un ataque estadounidense se supone que debería ponerlos nerviosos, pero, al contrario, no parecen estar nada nerviosos ante el inminente estallido de una guerra. No fue sólo la foto de un Kim Jong-un sonriente que da esta impresión, sino el hecho de que siguieron adelante con su programa nuclear --pese a la presión estadounidense y china--, provocando el pánico al mundo ante un inminente conflicto sin precedentes.

La razón de la confianza de Kim Jong-un se hizo evidente cuando Trump acusó a los surcoreanos de estar apaciguados y éstos respondieron que el principal interés del gobierno de Corea del Sur es asegurar que nunca se repita la devastación que soportaron durante la guerra que terminó con la división de la península en el paralelo 38. Desde la perspectiva de Corea del Sur, la detonación del fuego de artillería que podrían afectar a Seúl tiene que ser evitada a toda costa. Con Corea del Sur dejando claro que no acepta otra devastadora guerra en la península, la opción militar se disuelve para Estados Unidos. Sólo así se explica la confianza de Corea del Norte.

Otro indicador es la ausencia general de preparativos surcoreanos ante una eventual guerra y su extraña calma. Mientras Estados Unidos se prepara en la zona, ha habido pocas prácticas de evacuaciones, como si el Sur no esperara la guerra.

Una solución no explosiva sería aumentar el aislamiento al régimen de Pyongyang, pero hay poco que se pueda hacer para aislarlo aún más. Otra solución sería convencer a China para que presione abrumadoramente a Corea del Norte; pero sin duda, a cambio, los chinos exigirán concesiones estratégicas.

La inminente guerra se ha convertido en una cuestión considerablemente compleja.

Todo termina en una retórica incendiaria.

*Columnista de El Diario de Hoy.

resmahan@hotmail.com