“No es justo decirle a una niña ‘no abortes y ten al bebé sola’. Vamos a ayudarles”

Pastor estadounidense planea apoyar a adolescentes salvadoreñas creando centros de crisis de embarazo.

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Ronaldo Archer, hombre de negocios y guía espiritual, se reunió con distintas congregaciones cristianas y con jóvenes durante su visita a El Salvador.

Por El Diario de Hoy

19 September 2017

“Hay que luchar y decir la vida tiene valor, nosotros tenemos valor, valorarnos a nosotros mismos y cambiar nuestra cultura”, son las palabras que Ronaldo Archer compartió, tras haber pasado una semana en El Salvador y observado cómo la violencia que afecta a diario al país está llevando a la sociedad salvadoreña por el peligroso camino de ser una cultura de la muerte, donde el valor de la vida se está perdiendo.

Archer es un prolífico pastor estadounidense que mezcla su experiencia como hombre de negocios, en temas de liderazgo y emprendedurismo, con su contraparte de hombre espiritual, dedicado a la cristiandad y a llevar apoyo a las comunidades que necesitan un atisbo de esperanza. Durante los últimos años, como líder de Archer International Ministries, ha viajado a distintas partes del mundo, principalmente a África, donde ha trabajado con comunidades, supervisando iglesias y formando a otros pastores.

“Busco a naciones a las que poder ayudar. Busco a personas que eran como yo”, dijo Archer, respecto a las razones que lo trajeron a El Salvador. Hay muchos rasgos de la realidad actual del país, sobre todo la que enfrenta la juventud salvadoreña, que lo hacen sentirse identificado con su propia experiencia.

En agosto, durante los últimos días de su estancia en el país, Archer anunció que estaba comprometido a dedicar los próximos a meses a trabajar en El Salvador, con el apoyo de comunidades cristianas y organizaciones de la sociedad civil. Su trabajo se centrará en desarrollar centros de crisis de embarazo en los 14 departamentos del país.

“Porque no es justo decirle a una niña ‘no abortes y ten al bebé sola’. (...) ¡Vamos a ayudarles!”, aseguró. En los centros, las jóvenes embarazas podrán encontrar un lugar de resguardo, en el que les ayudarán con insumos para sus bebés, como pañales, pero también con soporte emocional e incluso podrán recibir clases para que no tengan que limitar sus oportunidades en el futuro.

“Planeamos ayudar a El Salvador para que viva a la altura del nombre del Salvador, salvar a la juventud, salvar a las mujeres, salvar al país”, dijo Archer.

El tema del embarazo adolescente está plantado en el corazón de Archer. Nació de una adolescente que había sido víctima de trata, obligada a prostituirse cuando apenas tenía 14 años. Cuando quedó embarazada, los hombres que manejaban la red de trata la forzaron a practicarse un aborto; sin embargo, pese a diversos intentos y la crueldad con la que ella fue tratada para que perdiera al bebé, este sobrevivió y nació prematuro.

La niñez de Archer siguió el mismo patrón de dolor que había llevado a su concepción. “Yo sabía que venía de cosas malas, mi mamá no sabía cómo amarme, lo intentó”, contó.

Como consecuencia de los malos tratos que su madre recibió durante el embarazo, él nació con problemas de salud, se orinaba en la cama, tartamudeaba y tenía poca autoestima. Por las noches su madre se iba a trabajar y lo dejaba a cargo de niñeras. Una de ellas era sádica y pervertida. Archer relató cómo ella y sus amigos lo llevaban al sótano de su casa, agarraban una escoba y se la metían en el trasero. El juego era de ponerle la cola al burro, “yo era el burro”, recordó.

Archer dijo que hay cuatro reglas para las víctimas de violencia sexual: primero, hay vergüenza, lo que les impide hablar. La confianza en los demás se pierde; la víctima aprende a esconder el dolor, a no sentir y, por último, intenta pretender que todo está bien.

“Pretendes que no eres tú, estoy bien, estoy bien… pero adentro estás muriendo, te estás pudriendo”.

Archer siguió pretendiendo, pero a los 10 años él no estaba bien. Él saber de dónde venía y lo que le seguía ocurriendo, viviendo en un barrio de Cleveland, Ohio, sumido en la desesperanza por las pandillas, las drogas y la pobreza; ahí llegó a desear que todo terminara. Un día entró al cuarto de su madre y abrió la gaveta donde ella guardaba una pistola.

“Lo recuerdo vívidamente, si los próximos diez años son como estos últimos, no quiero seguir viviendo. Si esto es vivir, si esto es la vida, ya no quiero nada más”.

Archer tomó la pistola, la puso contra su sien, cerró los ojos y jaló el gatillo, jaló varias veces, pero nada pasó. La pistola tenía un seguro, pero él a sus 10 años pensó que no estaba funcionando.

“Estaba en mi punto más bajo, cuando quieres cometer suicidio, estás en lo más bajo de lo bajo. Pensé que Dios había escuchado mi llanto”, dijo.

A la siguiente semana llegó una nueva profesora a su escuela, era una mujer mayor que tenía una misión y buscaba a los alumnos rechazados, a los que se mantenían ocultos del resto. Archer dijo que él era uno de ellos, nunca hablaba, se mantenía apartado del resto, pero ella se le acercó y le dijo que quería ayudarlo a aprender a hablar. Desde entonces, se sentaban juntos con una grabadora, mientras ella le hablaba.

Una de esas tardes, ella lo sorprendió con una pregunta: “Oye, Ronaldo, ¿sabes que tú estás en la Biblia?”. “Yo estaba emocionado, porque yo no soy nadie, soy lo peor, lo más bajo, soy sucio”, pensó Archer.

Ella le pidió que leyera un pasaje de Jeremías en el que relataba un encuentro con Dios en el que este le decía que lo conocía desde antes de que se formara en el seno materno y que lo había consagrado como profeta a las naciones desde antes de que él naciera. Además, le decía que no tuviera miedo porque Dios siempre estaría con él.

“Cuando leí eso comencé a llorar. ¿Quiere decir que no soy un error? ¿Que no solo soy el hijo de una prostituta? Quiere decir que no importa cómo fuiste concebido, quiénes son tus padres, Dios puso su alma en tu cuerpo y tiene un plan para tu vida”, dijo Archer.

Por primera vez, Archer se sentía especial. Se devoró la Biblia y siguió leyendo mucho más, comenzó a disfrutar de aprender. Se dio cuenta que la llave de su tartamudeo era su confianza y autoestima. Con el tiempo comenzó a destacar en sus estudios y tuvo la sensación de destino, que era salvar a su familia. Con risas recordó que al principio lo odiaban, le decían fanático. Él vio que sus sermones no los iban a cambiar, tampoco la Biblia, pero sí funcionaría que ellos vieran la vida de él como un milagro.

“Sabía que tenía que ser paciente y perdonarlos. Sabía que no podía juzgarlos. Ellos tenían que ver cada día el cambio, la consistencia, ver un cambio en mí”.

Archer se graduó de la universidad y también se ordenó como pastor. Publicó un libro llamado On Teams, sobre liderazgo y trabajo en grupo dentro de las empresas que fue un éxito de ventas. Fue contratado como consultor por distintas organizaciones, incluyendo la liga de fútbol americano y el Ejército de Estados Unidos.

Un domingo en el que se celebraba el Día de las Madres, su familia llegó a escucharlo a su ministerio. El sermón de ese día lo dedicó a un fragmento libro de Hebreos, “el salón de la fama de la fe”, donde se menciona a los grandes personajes del Antiguo Testamento: Abraham, Moisés y David. Entre todos ellos solo hay dos mujeres. La primera es Sarah, la esposa de Abraham y madre de los hebreos. La segunda es Rahab, la prostituta. “¡¿Qué?! Ella no es judía, es una pagana y era una prostituta. Pero ella creyó en Dios, y Dios dijo que esa es la fe que puede sanar a una familia, a una nación. Dios usó su fe para construir una familia”, exclamó Archer.

Cuando su madre escuchó eso, no pudo contener el llanto. “Soy como ella y mírate a ti. Enséñame a ser cristiana. He visto lo que Dios ha hecho contigo”, le dijo.

Archer aseguró que comenzó a ser invitado por universidades para dar conferencias, luego esas invitaciones se volvieron internacionales, lo llamaban de países como Jamaica, República Dominicana, Italia y Alemania. Incluso tuvo la oportunidad de estar como orador ante 20,000 líderes y guías espirituales en Nairobi, Kenia. Su trabajo con un general del Ejército de Estados Unidos le permitió conocer al presidente Bush. Ese día su hijo cumplía 10 años, al verlo a él y recordar dónde estaba él cuando tenía esa misma edad, lloró.

“En una generación Dios lo había cambiado todo”, dijo. Desde entonces se mantiene buscando países a los que puede ayudar. Archer siente que se ve a sí mismo entre las jóvenes víctimas de la violencia y la falta de oportunidades en El Salvador.

“Podría decirles que así era yo, un bebé negro, en una sociedad blanca, con una madre sin educación, pandillas por todas partes, si no te unes, entonces estás fuera, drogas, asaltos, yo vivía ahí”. Archer cree saber cómo se sienten, pero también dio tres consejos a los jóvenes del país: “La educación es la llave de oro al mundo. Busca la mayor educación que puedas, porque cambia cómo ves el mundo y las oportunidades existen. La educación es tu pasaporte. Es una inversión en ti”.

Recordó, además, que el dolor y las dificultades tienen un objetivo. “El éxito no es lo que lograste, sino lo que superaste para lograrlo”.

Por último, dijo que es importante tener grandes sueños y trabajar para cumplirlos. “Sueña en grande, no es donde comienzas, juventud salvadoreña, es donde crees que puedes llegar”.

Archer confirmó que, tras conocer el país, había decidido volver en octubre y poder invertir en el país, apoyando a la juventud desde diversas formas.

El proyecto de construcción de los centros para atención de embarazadas podría implementarse en dos o tres años. “Somos una nación que tiene el nombre del Salvador, pero no estamos viviendo a su altura. La Iglesia necesita unirse, está muy divida. Debemos unificarnos y vivir juntos para el bien. Las mujeres deben estar más empoderadas. Tenemos que proteger las vidas de los no nacidos”.

Archer también dijo que planeaba trabajar con pastores, e incluso con el Ejército: “Mi visión es poder ayudar a cambiar a El Salvador. Me veo a mí mismo cuando veo El Salvador”.