Irma deja muerte y destrucción económica

Gente trabajando en libertad, gente con el ánimo de sobreponerse a cualquier revés de la fortuna, tiene la capacidad de ponerse de pie.

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Por Mirna Navarrete

10 September 2017

El huracán Irma ha dejado destrucción y muerte a su paso en la Florida y causado inundaciones y enormes daños en Miami, ciudad que fue evacuada prácticamente en su totalidad por órdenes del gobernador Rick Scott.

Los huracanes, los más devastadores desastres naturales por lo extenso de sus efectos, golpean con brutalidad sin que haya defensas totalmente efectivas contra la furia de sus vientos y las torrenciales lluvias, que pueden inundar grandes ciudades enteras como sucedió en Houston con el Harvey, de un grado inferior a Irma, que se cataloga como el más fuerte en la historia reciente.

La razón de las evacuaciones es muy clara: no se puede garantizar la seguridad de nadie por una parte, ni es posible auxiliar heridos o lesionados en zonas inundadas, ya que no hay ni ambulancias ni personal médico que puedan socorrerlos, pues además la vida de ellos estaría expuesta.

Los problemas que esta clase de desastres plantean a autoridades y población son ingentes, desde ocuparse de la seguridad física de los refugios hasta atender a personas con limitaciones físicas, niños y enfermos de hospitales a quienes hay que cobijar en parte y alimentar.

En los videos que se vienen difundiendo desde se pueden ver las largas --largas en cuadras-- filas de personas buscando espacio en refugios, muchos de los cuales estaban abarrotados desde el sábado por la mañana.

Hay quienes prefieren quedarse donde están y correr el riesgo, como los duros pobladores de Cayo Hueso.

Algunos lugares del sur de Florida están a menos de un metro sobre el nivel del mar, lo que deja al agua que cae por torrentes sin salida, como sucedió en Houston y Galveston.

Una víctima de Irma en su apocalíptica marcha por la Costa Atlántica de Florida podía ser, se temió en un momento, Disney World, cuyas construcciones, sus castillos de ensueño, sus puertos de piratas, sus “ruedas mecánicas”, podían resultar frágiles ante la furia del fenómeno y quedar aniquiladas.

Es imposible saber de antemano lo que será el costo causado por un huracán, comenzando por las coberturas de los seguros a viviendas y vehículos, así como los daños a la infraestructura vial, a construcciones, oficinas públicas, comercios, puertos... A esto se debe agregar el costo de la paralización económica.

¿Dónde irá a para toda esa agua

que cae sobre terrenos sin desagües?

En las islas del Caribe los daños son enormes y el sufrimiento de la gente muy grande, pues sus precarias viviendas y estructuras se vinieron abajo, como en Barbuda, que quedó literalmente en el suelo.

En el suelo, arrasada, vio el fundador de EL DIARIO DE HOY, don Napoleón, Miami después del huracán de 1926. Y ciudad sin gran significado siguió siendo hasta el éxodo cubano, que la transformó en la pujante metrópolis de hoy en día. Como seguramente volverá a ser en un corto plazo aunque muchas familias no puedan resarcirse de las pérdidas sufridas, como jubilado.

Pero gente trabajando en libertad, gente con el ánimo de sobreponerse a cualquier revés de la fortuna, tiene la capacidad de ponerse de pie.

Si en países altamente organizados los efectos de un huracán sobrecogen el alma, lo que serían en una pequeña república que ha ido cayendo en la calamidad a causa de la colosal inepcia de sus desgobernantes, es asunto en que nadie quiere pensar, sino que simplemente todos nos encomendamos a Dios.