Por un momento pensé que había retrocedido al año 2002, con sus protestas callejeras y sus “marchas blancas” de médicos y enfermeros, acuerpados por los dirigentes del partido FMLN, mientras funcionarios del gobierno arenero de la época los acusaban de “desestabilización”, los amenazaban con descuentos y hasta con despidos.
Pero no. Es 2016 y hay huelgas por doquier en el sistema de salud y bloqueos de calles por alcaldes, veteranos de guerra, sindicalistas preocupados por las pensiones y militares del IPSFA, solo que ahora los del FMLN están el gobierno y acusan de “desestabilización” a quienes protestan, les amenazan con descuentos, desarticulación de sus organizaciones y otras represalias.
La pobre excusa de una diputada oficialista ahora es que también los areneros tuvieron sus crisis y eso justifica que no se busque una solución real en esta ocasión. ¿Y no que eran los “paladines del cambio”, pues?
El mundo al revés.
Más bien el Fiscal General ha salido a decirles que él como defensor del Estado y la legalidad tiene que garantizar que todas las leyes, como la del Fodes y el escalafón de Salud, se tienen que cumplir y si no los responsables deben atenerse a las consecuencias.
Las leyes no se promulgan solo para obligar al ciudadano común a cumplirlas. Los que nos gobiernan deben ser los primeros en darnos el ejemplo. De lo contrario, solo nos llevan a la anarquía y la matonería.
“Cambia, todo cambia”, cantaba Mercedes Sosa y no podemos esperar estar en la misma posición de ventaja todo el tiempo.
Pero cuidado con los falsos profetas del “cambio”, que se llenan la boca vendiendo paraísos y después de haberse servido con la cuchara más larga se van bien forrados. Qué fácil es andar sembrando odio y violencia y provocando desórdenes, sobre todo cuando otros ponen el pellejo, pero qué difícil es asumir una responsabilidad y enfrentar las consecuencias.
Lo que muchas personas no aprenden es que el cambio siempre llega, para bien o para mal, y es mejor haber sido coherentes en la vida, para que las cosas no se reviertan en contra nuestra después.
El verdadero cambio es implacable y quien no lo entienda ahora, puede hacerlo después pero tras las rejas.
El Buen Libro enseña que los que ahora lloran, recibirán consuelo; que los que son mansos recibirán la tierra por herencia; que quienes tienen hambre y sed de justicia serán saciados; que los misericordiosos alcanzarán misericordia, que los que trabajan por la paz serán llamados Hijos de Dios y que los limpios de corazón verán a Dios.
Porque sabemos cómo comienzan nuestras historias, pero no cómo van a terminar y de donde menos esperamos nos vienen sorpresas.
A veces me pongo a pensar cómo veía en mis primeros años en el periodismo, en los 80, a estirados y prepotentes funcionarios y ahora ya no están o permanecen olvidados en oficinas públicas de bajo perfil.
En seguida recuerdo a personajes tristemente célebres como Maduro, bien comido y sostenido por el filo de las bayonetas mientras su país se muere de hambre.
Y uno se pregunta: ¿Y cuando el peso de sus errores sea tan grande que no pueda sostenerse y caiga? ¿Le valdrá alegar que “es víctima de un golpe de Estado” e intentar meter a media Venezuela a la cárcel para que nadie proteste, como hizo con Leopoldo López?
Creo que todos debemos pensar que no sabemos de dónde nos va a venir, pero de un momento todo puede cambiar y nuestros actos tendrán consecuencias lógicas que debemos medir antes. De lo contrario, vendrá el llanto y el crujir de dientes.
*Editor Subjefe de El Diario de Hoy.