La semana pasada el presidente Sánchez Cerén, bajo la mirada (¡literalmente!) beatífica de Monseñor Romero presente en un óleo en la pared, juramentó a más de una docena de funcionarios para diversos cargos en el servicio público. El portal de propaganda gubernamental Transparencia Activa publicó la nota reportando la incorporación de los nuevos talentos, acompañada de una fotografía en la que aparecen, solemnes, los nuevos servidores públicos con la mano alzada (unos con la derecha y otros con la izquierda) jurando servir a la Patria.
Este periódico también reportó la noticia, acompañada de una foto similar en la que los acompaña al centro, con prominencia de Niño Dios en nacimiento, el Presidente Sánchez Cerén. Si usted vio cualquiera de las fotos anteriores y no le pareció chocante absolutamente nada, esta columna es para usted.
Según las estadísticas más actualizadas, en El Salvador aproximadamente 53 por ciento de la población son mujeres. Más o menos la mitad. Y sin embargo, en la mayoría de áreas -- por ejemplo en el mercado laboral, en el acceso a la salud, y en lo que se enfoca esta columna, los cargos públicos -- se pierde por completo esa representatividad de más o menos la mitad, y las mujeres representan un porcentaje deprimentemente menor. Las razones son múltiples y muchísimo más complicadas que simple discriminación: entra en juego la violencia estructural, los embarazos juveniles y una miríada de cosas más, y muy al final, las decisiones individuales de muchas mujeres que deciden tomar caminos diferentes a la fuerza laboral o a los cargos políticos.
Sin embargo, la foto de los nuevos integrantes del servicio público es especialmente deprimente porque ahí, entre el pelotón de hombres, solo se atisba una mujer. Una, de dieciocho que, según reporta la fuente gubernamental, fueron juramentados para nuevos cargos. Algunos de los juramentados son “reciclados”, por ejemplo, el vicepresidente Ortiz es ahora también miembro propietario del Consejo de Mejora Regulatoria. Una tan sola mujer, a pesar de que el comunicado de Transparencia Activa reporta que “funcionarios y funcionarias” fueron juramentados.
Dándole el beneficio de la duda al gobierno del presidente Sánchez Cerén y a quienes participaron en lo que de seguro es una cuidadosa selección de nuevos funcionarios, asumamos que en realidad los juramentados son los mejores candidatos para el cargo que desempeñarán. Sin embargo, esta asunción rápidamente se cae por su propio peso cuando se considera que entre los flamantes nuevos funcionarios se encuentra -- y como viceministro, nada más y nada menos -- José Luis Merino, sobre quien pesan investigaciones, tanto en el territorio salvadoreño como en el extranjero, relacionadas a drogas, armas, y relaciones con grupos criminales. ¿En serio no había NADIE más? ¿Nadie con más méritos, menos controversia, menos toxicidad política?
Otra cosa que demuestra la foto es que la disparidad de género la avala y promueve nuestro mismo gobierno, y sus mensajes de “inclusión” y de igualdad de género no se los creen ni ellos. De qué sirve que en la nota hablen de “funcionarios y funcionarias” que fueron juramentados -- en afán de ocupar lenguaje “inclusivo” -- si en realidad lo de “funcionarias” ni siquiera es plural. Una. Solo a una pudieron encontrar. Cuesta creer que no encontraron más mujeres preparadas, sin investigaciones en su contra y con todas las ganas de echarle ganas al servicio público como para que no les quedara más remedio que elegir a José Luis Merino. Normalmente la composición de género de un grupo está correlacionada con la red de contactos de los tomadores de decisiones a cargo de escoger nuevos integrantes. En otras palabras, al presidente Sánchez Cerén le *urge* diversificar su red de contactos.
A ver, esto no es un llamado a una ley de cuotas para mejorar la representatividad de las mujeres en posiciones de poder. En mi tesis de posgrado sobre el tema encontré que los países que las implementan solo mejoran la representatividad de género de forma cuantitativa, pero no la substantiva. Hay paridad visible en puestos de poder pero las mismas disparidades de siempre en todos los otros indicadores, sugiriendo quizás que los cambios de cultura son más importantes que los cambios de ley. Sin embargo, una variable que tiene mucho más efectos que cualquier cuota es la voluntad política de querer incluir, de hacer un esfuerzo activo por reclutar mujeres. Ya en la posición, ellas mismas se encargan de expandir la red e incorporar nuevos talentos femeninos, un verdadero efecto multiplicador. Esto es incluir de verdad, con acciones, y no con palabras. Si no se lo creen ni ellos, que el “ellos y ellas” mejor que se lo guarden.
*Lic. en Derecho de ESEN
con maestría en Políticas Públicas
de Georgetown University.
Columnista de El Diario de Hoy.
@crislopezg