La base fundamental de cualquier negociación es la confianza en que los acuerdos alcanzados en ella van a ser cumplidos por ambas partes. Esto se vuelve todavía más importante para poder llegar a un acuerdo cuando los cumplimientos son asimétricos en el tiempo —es decir, cuando uno de los firmantes tiene que cumplir sus compromisos inmediatamente mientras que el otro se compromete a cumplirlos después—. La negociación actual entre el gobierno y ARENA sobre la crisis de pagos del gobierno tiene estos riesgos asimétricos, ya que la autorización del endeudamiento precede a lo que el gobierno hará con los fondos.
Hay varios síntomas que demuestran que hay graves problemas escondidos bajo esta súbita falta de recursos del gobierno. Primero, la crisis es evidencia que el gobierno ha estado gastando mucho más que lo que tiene de ingresos, y eso requiere soluciones que van más allá de endeudarse más. Un endeudamiento adicional sólo se podría aprobar dentro de un esquema de solución de este problema. Segundo, es un misterio por qué el gobierno ha llegado a este extremo si los recursos a su disposición han aumentado como nunca, tanto en ingresos como en aumentos de endeudamiento.
El misterio está allí porque el peligro de impago no se ha presentado por una caída fuerte en los ingresos del Estado, como ha pasado en Brasil. Aquí, el gobierno no sólo ha estado recibiendo más dinero que nunca en la historia sino también ha estado recortando recursos a actividades esenciales, tales como la compra de medicinas, el pago de obligaciones laborales a la policía, el incumplimiento de la ley de escalafón de los empleados de salud, el pago de proveedores y muchas otras obligaciones que el Estado debe cumplir rutinariamente. Hay otras actividades que han estado succionando de los recursos que le llegan al gobierno y de los que usaba en dar servicios públicos.
Dados estos hechos, surgen muchas preguntas: ¿qué se ha hecho tanto dinero que el gobierno ha recibido? ¿a dónde va a ir a parar el dinero que se obtendría si se aprobara alguna cantidad de los bonos? ¿Cómo se puede asegurar que la población no tendrá que aprobar otros 1,200 en unos meses más, y otros más algunos meses después? Todavía más importante, ¿cómo asegurar que los recursos que se le quitan al pueblo, como impuestos y como servicios públicos que deberían cubrir esos impuestos, se usen realmente para dar esos servicios y no se desvíen a estos otros usos que están despojando al estado?
Estas preguntas se vuelve todavía más importantes porque el gobierno ha reconocido que ha mentido en los presupuestos. Así, ha admitido que algunas erogaciones que por ley tenían que hacerse en 2016 no las incluyeron en el presupuesto de este año. La oferta principal que hace el gobierno para que el problema se resuelva, es la famosa Ley de Responsabilidad Fiscal, una ley que no tiene dientes para obligar al gobierno a cumplirla. La voluntad de cumplimiento del gobierno a esta ley, si es que se da y no se usa como promesa para otros 1,200 millones, queda clara en el hecho que el proyecto de ley que el gobierno ofrece sólo comenzaría a funcionar dentro de tres años, cuando ya este gobierno se haya ido.
Peor, mientras el gobierno dice que de ahora en adelante no van a mentir, ha presentado a la Asamblea un proyecto de presupuesto para 2017 que está lleno de mentiras—gastos subestimados o ni siquiera incluidos, por cientos de millones de dólares, que luego dirán que acaban de descubrir que no están y que para cumplir con ellos tendrán que obtener miles de millones más en préstamos. Peor aún, mientras dice que está dispuesto a reducir el déficit, el presupuesto presentado contiene un déficit que es mucho mayor que el que sería sostenible de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Para que la negociación sea de utilidad para el pueblo, el gobierno debería de dar varias pruebas de honestidad antes de firmarlo, comenzando por retirar el presupuesto de 2017 de la Asamblea y presentarlo con un déficit menor y sin mentiras. Eso debería de tomarles menos de una semana, porque ellos sí saben las verdades que se esconden detrás de las mentiras.
*Máster en Economía,
Northwestern University.
Columnista de El Diario de Hoy.