Octubre

En este octubre, muchos octubres después de la llamada “gloriosa revolución bolchevique”, somos testigos del derrumbe en cámara lenta, del “faro” que nos ilumina.

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28 October 2016

(II Parte)

Sí, lo estuve pensando toda la semana: definitivamente los mejores momentos de la izquierda revolucionaria es durante la lucha donde ocurren sus momentos gloriosos. Pero eso no quiere decir que no haya durante esos períodos, partes negras y absolutamente reprochables.
 
Sin embargo cuando la izquierda revolucionaria toma el poder, no hay nada de glorioso, ni heroico. Todo o casi todo es oscuro y reprochable. Cualquiera que haya participado en la lucha revolucionaria, no necesariamente armada, puede contar admirables historias de personas que lo dieron todo, hasta ofrendar la vida misma sinceramente convencidas de la justeza de la causa.

Yo vi la sangre derramada, por muchachos y muchachas idealistas de verdad, en las gradas de la catedral metropolitana o correr espesa sobre el pavimento. Los cadáveres, ojos abiertos hacia el cielo, destrozados por las balas y las esquirlas de proyectiles de artillería o bombas de avión allá en las montañas de Morazán. Ellos murieron convencidos de que lo hacían por un mundo mejor para los desposeídos de siempre.

No había salario, ni premios. Se vivía, ya sea en la tensión terrible de la vida clandestina en las ciudades o en los rigores de la guerra abierta en las montañas, con la muerte respirándole a uno en la nuca. Y allí se desparramaba la solidaridad entre compañeros, la generosidad de darse por entero por los pobres.

Hubo, como dije, asuntos trágicos, abusos imperdonables, gente que enloqueció y se desvió por el camino y terminaron como vulgares delincuentes comunes. No se puede negar esos momentos gloriosos de la lucha. 

Pero la izquierda revolucionaria en el poder es un total desastre. No estoy hablando de la socialdemocracia o de los socialistas de Europa occidental o Canadá o del ala más liberal del Partido Demócrata de Estados Unidos. Hablo de la izquierda revolucionaria. No hay un solo caso, o la mitad de uno, de un gobierno de esa filiación izquierdista revolucionaria exitoso en toda la Historia. 

El Campo Socialista encabezado por la colapsada Unión Soviética, no fue un paraíso como reza La Internacional, ese himno comunista que miles en todas partes entonaron antes de morir, en los momento gloriosos de la lucha. Fue en verdad el tal Campo Socialista, un infierno gobernado por crueles tiranos, como Stalin, Tito, Ceausecu y similares. Los gobierno de esa filiación que sobreviven, son un desastre. 

Se necesita ser un fanático o un ignorante, para argumentar algo bueno a favor de los gobiernos de Cuba, Corea del Norte o Venezuela. Si el ruinoso gobierno de Nicolás Maduro, es el faro que nos ilumina, como dijo el presidente de turno local, bien se explica el fracaso de los gobiernos del FMLN. 

En el poder aquel revolucionario humilde, valiente, sencillo, austero, se vuelve un pavo real prepotente, completamente atontado por los privilegios caídos de sopetón. Y en el mejor de los casos son simplemente incompetentes en sus funciones. En el peor son una combinación de ambos perfiles. Lo cierto es que allí donde gobierna la izquierda revolucionaria, todo se vuelve un fracaso.

En este octubre, muchos octubres después de la llamada “gloriosa revolución bolchevique”, somos testigos del derrumbe en cámara lenta, del “faro” que nos ilumina. También de la decrepitud agonizante del socialismo cubano en el que ya ni Silvio Rodríguez, eterno ícono cultural de la isla, cree.

Somos testigos de cómo la Nicaragua sandinista, se ha vuelto la finca de Daniel Ortega y su señora esposa. El somocismo ha sido superado en todo lo malo por el orteguismo. Asistimos como testigos en este octubre, de los procesos abiertos contra Lula, el hasta hace poco estrella de la izquierda mundial, por corrupto.

Somos testigos aquí en El Salvador, de las marchas de protesta en contra de un gobierno que ha fracasado en todo. Con este panorama, nada inventado y mucho menos creado por la CIA o “la derecha”, es casi seguro que cuando el faro que nos ilumina con luz negra de derrumbe, nos dejará ver en estas tierras castigadas por el llamado socialismo del siglo XXI, un sol de esperanza. 

*Columnista de El Diario de Hoy