¿Cómo es la vida en los grandes hoteles de lujo? La organización Bloomberg, que publica análisis e información sobre lo que mueve la economía, designó a uno de sus reporteros a trabajar durante dos días como valet en el hotel Plaza de Nueva York, lo que el designado hizo con acierto para luego exponer sus experiencias.
El Plaza es el hotel donde se hospedan reyes y miembros de sus casas reales, jefes de Estado, grandes personajes de la política, multimillonarios.
Una habitación doble por una noche cuesta más de seiscientos dólares; las suites comienzan en mil seiscientos por noche y de allí hasta la estratósfera.
El valet por dos días reporta incidencias, hechos curiosos, las rutinas y las excentricidades de los huéspedes, comenzando por la del presidente de una gran compañía de modas que arregló para que el hotel le sirviera desayuno a él y su invitada, una meretriz, modelo y actriz francesa, en un helicóptero sobre Central Park.
Unos meses más tarde el mismo personaje repitió la invitación, pero con otra invitada.
Para que ese mundo de servicio opere con la precisión de un cronómetro, detrás de lo visible por los huéspedes hay otros espacios, corredores, comedores, lavanderías y personal de apoyo que respalda su labor.
No cualquiera es recibido como huésped, pues se investiga quién es el solicitante, su historial y su honorabilidad. Y en la misma medida celebridades que fueron huéspedes ya no tienen entrada por problemas de conducta, drogas, alcohol.
Se requiere paciencia y estómago para atender excentricidades
Una petición de los huéspedes no tan inusual, es que les preparen un baño de aceite y jabones perfumados, exigiendo que el valet permanezca al lado de la bañadera mientras el o la huésped en cueros se deleitan en el agua.
Cuando un huésped para Navidad solicita un árbol navideño fresco y decorado, el precio es de quinientos dólares; si un huésped se toma y come los contenidos del minibar, la refrigeradora pequeña que provee caprichos, chocolates y bebidas, el costo es de ochocientos dólares.
Y si el huésped reclama, cada valet tiene una cámara de bolsillo con la que fotografía desde botellas vacías tiradas en el suelo hasta daños a los muebles.
En una ocasión, una huésped llorando pidió al valet que le ayudara a encontrar unos chocolates que se habían caído por la ventana.
No, la señora no aceptaba cualquier chocolate, sino “esos”, chocolates, “sus” chocolates, los que hubo que buscar, recoger del jardín abajo, limpiar y devolver.
Cambiar piezas del mobiliario, y sobre todo atender con la puntualidad y celeridad requerida la ropa que se da a lavar o planchar, es lo más frecuente, como desempacar equipaje o empacarlo a la partida, tarea no fácil cuando un huésped se presenta con quince bultos.
En una ocasión, se nos relata, el valet de una suite fue llamado para leer cuentos infantiles. Al llegar se encontró con cuatro adultos en sus cuarentas, acostados y empacados en una gran cama, lado a lado. No se precisó ni el orden de colocación ni el sexo. Y así el valet leyó las historias...
Pero hay mucho de precisión, costos, elegancia, preparar banquetes y mantener prestigio, que es otra y muy importante faceta, lo que da nombre y fama a esos establecimientos emblemáticos.