No creo que sea un tema que les interese a ellos —respondí a la amiga que me había dirigido la pregunta. Recuerde que muchos no creen en Dios y, si asisten a misa o al culto, lo hacen cuando están en campaña para ver si pueden conseguir algunos votos.
—Pero como seres humanos que son, algún temor tendrán de lo que les pueda esperar. Sobre todo después de una vida desatendiendo sus obligaciones y fallándole a sus semejantes —agregó ella, persistente como es.
—Eso es otra cosa— le dije, ya extrañado de que una mujer práctica como ella, con una vida intensa y bien vivida, inteligente, poco dada a convencionalismos sociales, que hace gala de su amplia cultura (más de la que exigirían sus dos maestrías), íntimamente creyente, estuviera sacando ese tema. —Eso alude más al comportamiento ético que al religioso de los señores políticos— dije para mí en voz alta.
—¡Y señoras políticas también! Conozco un par de ellas a quienes me gustaría preocuparlas con los fuegos eternos a ver si así cambian su forma de conducirse. Porque mucho partido acá y partido allá, pueblo por aquí, pueblo por allá, pero a la gente, que somos todos, nos dejan en último lugar. Mi pregunta, más simple es: ¿Cómo hacemos para que los políticos hagan bien las cosas que tienen que hacer? Y por políticos me refiero a todos, habría dicho funcionarios públicos si no quisiera meter también a los arribistas de los partidos políticos, que en todos los hay.
— ¡Se puso enojada, amiga mía!
—Es que me revienta que nos quieran ver la cara… ¡que nos las vean! y que nosotros no hagamos nada. Lamento ver que mientras los demás países se fortalecen y avanzan, nosotros nos deterioramos en todos los aspectos, sobre todo en el bienestar humano que ellos dicen buscar: no hay trabajos decentes a los que los jóvenes puedan optar, las familias cada vez más desintegradas y desconectadas, la educación sin levantar vuelo realmente, seguimos sin producir, sin crecer. Usted tenía razón en aquel artículo que escribió de la gente y los estúpidos.
—Gracias, pero… ¿no cree usted que su tema es un asunto de educación y formación, no de religión? ¿Cómo asustar con el petate del muerto a quien no cree en fantasmas? Además, el miedo no es la mejor motivación para aprender.
—Cuando la persona quiere hacer bien las cosas; pero si no las quiere hacer, sí que sirve. ¿o no se acuerda usted cómo aprendimos a ponernos el cinturón de seguridad al manejar? ¡A pura multa!
—Entonces ya no estamos hablando solo de los políticos, sino de todos los salvadoreños. Pero, dígame, ¿qué era lo que tenía en mente con eso de los políticos y el infierno?
—Mire usted por ejemplo en la situación en que nos encontramos. Si ya me daba vergüenza que me llamaran de la tarjeta de crédito cuando me había atrasado en un pago, ¡ni quiero imaginar el flato que voy a sentir cuando seamos un país que no paga sus deudas! Allí los de a pie sí que estamos amarrados y dependemos enteramente de ellos.
—Tiene toda la razón, mi querida amiga. Entramos al campo del cumplimiento del deber. Acuérdese usted de que los deberes no son para escogidos, sino para cumplidos.
—Me gustó esa frase de los cumplidos y escogidos. Reformulo mi pregunta, entonces: ¿Cómo hacemos para conseguir que los funcionarios cumplan con la ley, que administren la cosa pública con responsabilidad y no creyendo que pueden hacer lo que se les antoje. Por eso, mientras no aprendamos, sí creo que hay que castigar a los que hacen cosas inapropiadas con el dinero de la gente. Pero que se regule el proceso a seguir para que todos lo sepamos. Acuérdese que “guerra avisada no mata gente”.
—Entonces, amiga mía, no se devane los sesos pensando si los políticos irán al cielo. La misericordia de Dios es inmensa, ¡claro que algunos irán! sobre todo si aprovechan este Año de la Misericordia. Pero no estoy seguro si el cielo de ellos será el mismo suyo, así que a lo mejor no los verá. Pero mientras sigan acá en la Tierra, será mejor que consiga hablar con Alberto Enríquez, quien aparece como Director General de Transformación del Estado en la página electrónica de la Secretaría Técnica y de Planificación de la Presidencia. He oído decir que es un hombre inteligente y bien formado; se publicó la semana pasada que está proponiendo la creación de una escuela de formación para quienes quieren hacer carrera en la función pública, creo. Pídale que, en el currículo de esa escuela, la ética y la moralidad, entendida como el cumplimiento del deber cotidiano, tengan un lugar especial.
*Psicólogo y colaborador de El Diario de Hoy
¿Irán al cielo los políticos?
Me revienta que nos quieran ver la cara… ¡que nos las vean! y que nosotros no hagamos nada. Lamento ver que mientras los demás países se fortalecen y avanzan, nosotros nos deterioramos en todos los aspectos.
28 October 2016