Hay que quitar tanto los vacíos legales --“loopholes”-- que dejan recovecos que propician la inadecuada utilización de fondos públicos, como las discrecionalidades y las “reservas” que vuelven más hermética la fiscalización de los mismos.
Fueron estos los dos puntos clave que rescaté al participar en el congreso mundial anticorrupción en Durban, Sudáfrica, invitado por la Agencia Internacional para el Desarrollo de los Estados Unidos (USAID), hace diecisiete años. Quedé impactado por los niveles de corrupción, tabulados ya en aquel momento, especialmente en África, Asia y Latinoamérica, partiendo de la base de que para combatir esa lacra se requiere un inequívoco cumplimiento de la legislación existente.
Porque también se subrayó en dicho Congreso que las vendettas políticas no se consideran parte del combate a la corrupción. “Estándares africanos”, pensé al escuchar la figura, ya que jamás pude haber imaginado la utilización de poderes estatales en nuestro país para una venganza política como la sucedida con Francisco Flores, con quien independientemente de lo que fue acusado, hubo evidente intención de golpearlo política y moralmente.
Esto fue muy diferente de cuando hay investigaciones por presunción de delitos, evidencias judicializadas y un debido proceso, como está sucediendo en Guatemala, donde el expresidente Otto Pérez Molina y su ex vicepresidenta Roxana Baldetti se encuentran en prisión preventiva por presuntos delitos ligados a la corrupción. Reitero la presunción de inocencia que todo acusado tiene hasta que en juicio justo se le encuentre culpable.
Mucha agua ha pasado debajo de los puentes desde el Congreso anticorrupción de Durban. Los infames ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 --hace quince años-- cambiaron el mundo y redefinieron la agenda temática global. La prioridad pasó a ser la guerra global contra el terrorismo, la guerra en Afganistán, apoyado por la coalición internacional que lideró Estados Unidos; la controversial Guerra en Irak y la cooperación entre los servicios de inteligencia para prevenir nuevos atentados mientras se desarticulan financieramente a las redes terroristas y se les combate en el terreno como viene sucediendo en Siria con ISIS.
La revolución digital, mientras tanto, ha hecho que el desencanto con la clase política a nivel mundial haya crecido exponencialmente. Fue así como llegamos a “la Primavera Árabe”, por cierto en países norafricanos donde los niveles de corrupción tabulados en el Congreso de Durban aparecieron muy altos. A la falta de proyectos e ideas de la clase política para buscar el bienestar de los ciudadanos, crecieron los entrampamientos políticos, se llegó a una desconexión casi total de los elegidos con sus electores y se desbordó la corrupción. Los campeonatos mundiales de fútbol en Sudáfrica y en Brasil, son dos ejemplos de obra pública cuestionada en África y Latinoamérica, las otras regiones tabuladas en el Congreso de Durban.
Leí, vi y escuché durante un congreso periodístico en Ciudad del Cabo (Cape Town) en 2008, sobre la polémica alrededor de la probidad y “los atrasos” de los megatrabajos para el Mundial de fútbol celebrado en el país más desarrollado de África.
Con posterioridad --y a pesar que me impresionó favorablemente la presentación del alcalde de Río de Janeiro durante la Asamblea General de la SIP de 2012 en Sao Paulo, previa al Mundial de fútbol celebrado en el gigante del Cono Sur-- hubo también señalamientos sobre la probidad en la construcción de las megas obras para el Mundial de 2014. La investigación de la operación “Lava Jato”, en desarrollo, viene mostrando un gigantesco esquema de presunta malversación de fondos públicos.
La gente ya no aguanta hospitales sin medicinas, obras de construcción que no funcionan, megaobras de infraestructura que quedan en abandono, derroches y nuevos estilos de vida de funcionarios y exfuncionarios. La agenda anticorrupción llegó esta vez para quedarse, por el bienestar de todos, porque encaja con la guerra global contra el terrorismo y porque hay que enaltecer el servicio público y servir a los ciudadanos, no servirse de ellos.
*Director Editorial de El Diario de Hoy.