Desde que asumí como alcalde de Santa Tecla el año pasado, decidí dedicarme al cien por ciento a mis funciones, lo cual me alejó en gran parte del debate político diario, que era normal cuando me desempeñaba como diputado de la República.
Sin embargo, los últimos acontecimientos relacionados al expresidente Mauricio Funes me obligan a pronunciarme, especialmente por la ofensa que implica el que él se haya asilado en Nicaragua, bajo el argumento de ser un perseguido político.
Mauricio Funes es la persona que más ha denigrado la institución de la presidencia de la República, no solo por su conocido estilo de vida, sino porque nadie ha dividido y polarizado más a este país como lo hizo él, a través de un discurso que llamaba al odio hacia el adversario político y que sin dudas, ya preparaba el terreno para lo que hoy estamos viendo, es, además, un hombre que huye al ser investigado por diversos y graves delitos contra el Estado y los ciudadanos a quienes juró trabajar con honestidad, teniendo como guía la Biblia, la Constitución y una lujosa pluma que presentó en uno de sus anuncios.
Funes se quiere poner ahora del lado donde tuvo a sus adversarios, pues aquí cabe recordar cuando él colocó en calidad de perseguidos políticos a la diputada Ana Vilma de Escobar, al entonces Vicepresidente de Ideología de mi partido ARENA Ernesto Muyshondt y mi persona, por haber retomado información que había sido proporcionada por los medios de comunicación, relacionada al famoso choque del Ferrari en el redondel Masferrer, caso que, hasta la fecha, no ha sido aclarado por las autoridades pertinentes.
Los abusos de Funes alcanzan la diplomacia internacional, pues la institución del asilo político es la ayuda y protección que un Estado concede a una persona extranjera que es perseguida en su país por motivos políticos, lo cual, repito, no es el caso de Mauricio Funes; pues ni por cerca se parece a los casos que suceden en Venezuela contra Leopoldo López y otros opositores al régimen Chavista; es su partido el que está en el gobierno, ¿cómo puede sentirse perseguido si hace poco el mismo secretario general de ese partido salió defendiéndolo en televisión?
A Funes la Fiscalía General de la República lo acusa de peculado, negociaciones ilícitas, malversación, enriquecimiento ilícito y tráfico de influencias. De ninguna forma entra en la categoría de perseguido político, porque, para serlo, tendría que estar involucrado el Estado y aquí, a pesar de las investigaciones y sus resultados parciales, lo que hemos visto es que el Estado y su partido político, el FMLN, le han dado su apoyo.
Lo que ha sucedido aquí no es más que una confabulación por parte de Funes para huir, cual criminal que se siente acorralado, en este caso, por el curso que llevaban las investigaciones de la Fiscalía General de la República.
Funes no es un perseguido del gobierno, es alguien que pensó que podría cometer ilícitos y quedar impune, es alguien en quien los ciudadanos que votaron por él confiaron la administración de los fondos públicos y él incumplió con el mandato que le dio la Constitución de la República y que juró cumplir el día en que recibió la investidura presidencial.
La otra parte importante en este tema es el gobierno del FMLN, del que asumimos no sabía nada sobre el verdadero propósito de la huida de Funes, por lo que no podemos sino esperar que se pronuncie contra esta acción que los deja muy mal parados ante los ojos del mundo, pero que se puede revertir una vez tengan voluntad de apelar a la decisión del Gobierno nicaragüense de dar asilo político a un acusado de delitos graves. No deben, pues, convertirse en tapaderas de la corrupción. Los ciudadanos de El Salvador les pedimos que rechacen ser parte de un capítulo negro en la historia de nuestro país.
Hoy más que nunca debemos hacer un frente común que exija el fortalecimiento de las instituciones que persiguen la corrupción, nuestros hijos merecen un mejor país, nuestra Patria lo demanda.
*Alcalde de Santa Tecla.