Consternación mundial causó el salvaje acto terrorista yihadista en Barcelona, donde un asesino islámico intencionalmente arrasó con una furgoneta a cuanto ser humano divisó en un kilómetro. Trece muertos y más de cien heridos fueron el resultado. Acompañamos al noble pueblo español en su dolor.
Aquí en El Salvador, aunque solo en un fin de semana los terroristas mareros asesinaron más de sesenta salvadoreños, pienso que habrá sido mucho más fuerte allá la forma de mortandad causada por el musulmán con su furgoneta, donde, de una sola vez, en segundos, como bólido en tenebrosa carrera, iría brincando sobre sus víctimas sin ápice de sentimientos de piedad más que los de bestia salvaje (aunque ésta mata para comer, no por odio) atacando a centenares de inocentes víctimas entre españoles y extranjeros cuyos despedazados cuerpos triturados, quedaron esparcidos por “Las Ramblas”. Así se vio. Esta manera tan llena de encono para matar es un hecho violento cifrado en el odio que reclama la sangre de inocentes cumpliendo deseos insanos de destrucción masiva, en aras de alcanzar fanatismos de credos proyectados. Lo estamos viendo en Venezuela con el déspota Maduro. Pero igual podemos calificar a diputados del mundo que se arrogan el derecho de decidir quien vive y quien muere, y sin importar las vidas de sus conciudadanos más vulnerables e indefensos aprueban el asesinato del aborto.
Uno de los instrumentos usuales más letales para este crimen es un tubo con punta de navaja que sirve para desgarrar vivo al niño. Éste es introducido por el “médico” abortista en el cuello uterino de las madres —que a veces es dañado por laceración dejando estéril o muerta por complicaciones a la paciente— y con el que en pocos segundos habrán desmembrado vivos a sus bebés. Este tubo es exactamente igual arma homicida que la furgoneta vertiginosa del terrorista islámico, tomando en cuenta las decenas de bebés que se asesinan en segundos, todos al mismo tiempo, en cada uno de los centenares de centros abortivos de esos países, que surgen cómo plaga por el negocio redondo que significan.
Aquí, si se despenalizara este crimen, los verdugos yihadistas serán todos los diputados del FMLN que suponemos lo apadrinan. Los diputados de GANA/PCN que apoyen serán juzgados al jugarse sus curules, porque de encuestas ya tienen claros los resultados arrasadores de la ciudadanía contra la infamia abortiva y sus nombres aparecerán antes de las elecciones. Peor serán juzgados esos diputados que en afán de protagonismo, luchan con saña contra reveses sufridos por sus caprichos personales ansiados, buscando venganzas irracionales para destruir, llegando hasta gestionar terminar con el derecho a la vida que tienen bebés inocentes. Así recurren a pretextos astutos, como la salud materna (que en realidad les importa pepino), porque como diputados conocen perfectamente el Artículo 27, inciso 3/Capítulo II-Código Penal, que protege POR IGUAL la vida de madre e hijo, que indica que “si un médico trata de salvar a la madre y muere el niño, no es delito”. Es delito solo si el médico deliberadamente mata al niño para salvar a la madre.
Se necesita ser valiente para erigirse dueños de la vida humana, para matar a indefensos seres humanos.
Monseñor Escobar-Alas, sentenció: “Este es un país creyente y toda persona creyente que tiene fe en Dios no puede aceptar esto”.
Columnista de El Diario de Hoy