Una lección de patriotismo

El Salvador necesita de hijos patrióticos, que le amen, defiendan, trabajen y se sacrifiquen por él. ¡Rescatemos nuestro espíritu de lucha! 

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09 September 2016

Visité Varsovia en 1973, en primavera, la estación del renacer y las flores, pero la ciudad y sus habitantes lucían tristes, macilentos. En su Plaza Central se amontonaban todavía escombros de la Segunda Guerra Mundial. Polonia vivía entonces bajo la opresora bota soviética.
Este 1 de agosto visité nuevamente Varsovia. El cambio fue alucinante: hoy es una ciudad pujante, limpísima, plena de árboles gigantescos y sus principales edificaciones fueron reconstruidas. Exhibe una parte moderna similar a las ciudades del primer mundo. Sus ciudadanos se ven alegres, dinámicos y rezuman una actitud positiva.

Desde hace 26 años, al recuperar Polonia su libertad, cada 1 de agosto se conmemora el Alzamiento de Varsovia (Powstanie Warszawskie) de 1944, que fue el mayor levantamiento civil de la Segunda Guerra Mundial. Ocurrió durante la ocupación nazi, con el objetivo de liberar a Polonia antes de que lo hiciera la Unión Soviética. Los polacos resistieron durante 63 días, pero fueron vencidos por falta de apoyo aliado. Murieron 250,000 civiles (la mayoría ejecutados) y más del 85% de la ciudad fue destruida.

Ahora, en 2016, la ciudad lucía engalanada con banderas rojas y blancas (Polonia) y rojas y amarillo (Varsovia). Flores de esos colores adornaban todos los arriates, Los principales monumentos eran visitados fervorosamente, honrando aquellas gestas heroicas.

Este 01/08/2016 estábamos en una cafetería varsoviana cuando pitaron sirenas, se paralizó el tráfico, bajándose los pasajeros de sus vehículos; los peatones se detuvieron, descubriéndose, y todos, hombres, mujeres y niños, con la mano en el corazón y la cabeza inclinada, guardaron un minuto de respetuoso silencio. Eran las 5:00 p.m., hora en que inició el Alzamiento de 1944.

Inmediatamente después, la ciudad adquirió nueva vida: se escucharon marchas, canciones populares, salió gente de todos los lugares portando banderas polacas y muchos lucían el símbolo de la resistencia: una P erigida sobre el centro de una W. Porque Polonia, imitando a sus héroes de 1944, logró ser nuevamente libre y católica.

¡Y cómo no!

Porque anteriormente, Polonia “desapareció del mapa”, literalmente, por 123 años (1795/1918). Perdió su territorio, su idioma, su nombre, quisieron erradicar su fe. Pero las familias polacas, graníticamente unidas, enseñaron clandestinamente a sus pequeños a amar a Polonia, a hablar polaco y a ser católicos. Perdieron todo, pero conservaron su identidad, su fe y su patriotismo. Por eso, tras más de un siglo de silencio, resurgió valientemente.

Quise publicar esta columna cerca al Día de nuestra Independencia, porque los polacos nos dan grandes lecciones: a) cómo la libertad conlleva desarrollo y bienestar; b) cómo fueron capaces de sacrificarse en aras de alcanzar esa libertad; c) nunca han tenido una época fácil, pero eso, en lugar de desmoralizarles, los ha fortalecido y aprecian y defienden su libertad; d) cómo la fe católica ha sido un elemento amalgamador para que el pueblo polaco afronte todas las vicisitudes y sea lo que ahora es; e) la cultura de unión familiar, igualmente, ha contribuido a todo ello; e) su amor a Polonia, su patriotismo absoluto y total, es su gran fortaleza.

Los salvadoreños también vivimos momentos difíciles, pero no debemos darnos por vencidos, todo lo contrario. El Salvador necesita de hijos patrióticos, que le amen, defiendan, trabajen y se sacrifiquen por él. ¡Rescatemos nuestro espíritu de lucha! ¡Veamos el ejemplo polaco y salgamos adelante!

¡Dios te bendiga, El Salvador!


*Columnista de El Diario de Hoy