Buscando en la historia, la frase original pudo haber sido: “Lo que hiere, cura” y se le atribuye a Télefo, personaje mitológico de gran importancia en la comprensión de la guerra de Troya. Télefo, originario de Grecia, era hijo de Auge y Heracles, se convirtió en rey de Misia y resultó herido con una lanza de Aquiles. Como esta herida no sanaba, una pitonisa profetizó que solamente podía curarlo el mismo objeto que lo había herido. Es en la obra de Eurípides que este tema se trata enfatizando que “lo que te hiere, te curará” o bien alternativamente “quien te hirió, te curará”.
Lo que inició como una frase en una obra clásica greco-romana se fue transformando, a través de la historia, en diferentes tradiciones o leyendas que han ayudado a conocer mejor las complejas interrelaciones humanas, se han hecho justificaciones para tratamientos médico-psicológicos e inclusos han intentado alcanzar la comprensión de la compleja relación humano-divina.
La medicina antigua tradicionalmente utilizó ese concepto para fundamentar la frase de “lo igual se trata con lo igual” (“similia similibus curantur”), trataban de utilizar las mismas sustancias que ellos creían que causaban la enfermedad o dolencia, como un antídoto para su curación, siempre y cuando se hicieran en el momento oportuno y a dosis más pequeñas de las que hicieron el daño. Estos tratamientos terminaron siendo ciertamente efectivos especialmente en los casos de envenenamientos por animales o plantas. Reconociendo así la premisa de “lo que daña, también cura”.
Posteriormente la medicina occidental cambió el concepto que “son los opuestos los que curan” y así vemos cómo la fiebre es tratada con paños fríos y húmedos; la falta de apetito, con alimentación escasa pero más frecuente, y la deshidratación, con hidratación; sin embargo, prevalece la cura por medio de los iguales, puesto que algunos de los antibióticos naturales suelen provenir de potentes bacterias.
Estos conceptos trascendieron al aspecto religioso y así vemos cómo en el libro de Job se habla de que “Dios abre heridas, pero también las sana; hiere tu cuerpo, pero te devuelve la salud” (Job 5: 18), inculcando la idea prevalente a través de la historia del “Dios que hiere / Dios que sana” que nos ha llevado a creer que Dios es el origen de la enfermedad y de la sanación, concepto que ha sido una constante en la explicación del mal y sufrimiento humano.
Sin embargo, los ejemplos más difíciles se encuentran en el día a día, cuando las personas que interactúan unas con otras esperan que sea el que infringió un daño el mismo que lo repare, en un intento muchas veces desesperado para lograr prodigar el perdón a través de un acto de contrición que pocas veces llega. Es por esa razón que solamente habrá liberación cuando entendamos que efectivamente en ocasiones “quien te hirió, ese te curará”; no obstante, en el mayor número de veces la curación física, mental o emocional vendrá de un sitio diferente.
En muchas ocasiones ésta vendrá de nosotros mismos y en un “contraria contrariis curantur”, es decir “lo contrario se cura con lo contrario”: la intención de guerra, con propuestas de paz; la enemistad, con el ofrecimiento de amistad; la indiferencia, con atención; la proclamación de muerte, con el ofrecimiento de vida, entre diversas opciones.
*Médico y colaborador de El Diario de Hoy.