En agosto, cuando los salvadoreños celebramos orgullosamente las fiestas patronales en honor de Nuestro Divino Salvador del Mundo, me gustaría recordar el hecho de la Transfiguración de nuestro Señor Jesucristo hace más de 2000 años en el monte Tabor y, por otro lado, transmitir un mensaje de fe y esperanza para que todos podamos transfigurarnos en una nueva persona y así cambiar nuestro querido país.
Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, los llevó a un monte alto y se transfiguró ante ellos, de modo que Su rostro se puso resplandeciente como el sol, y Sus vestidos, blancos como la luz. En esto se le aparecieron Moisés y Elías hablando con Él (Mt 17, 1-3). Esta visión produjo en los Apóstoles una felicidad incontenible; Pedro la expresa con estas palabras: “Señor, ¡qué bien estamos aquí!; si quieres haré aquí tres tiendas: una para Ti, otra para Moisés y otra para Elías” (Mt 17, 4). Estaba tan contento que ni siquiera pensaba en sí mismo, ni en Santiago y Juan que le acompañaban. San Marcos, que recoge la catequesis del mismo San Pedro, añade que no sabía lo que decía (Mc 9, 6).
Todavía estaba hablando cuando una nube resplandeciente los cubrió y una voz desde la nube dijo: “Éste es mi Hijo, el Amado, en quien tengo mis complacencias: escuchadle” (Mt 17, 5) (fragmento tomado del portal de Aciprensa).
Como podemos ver, es un hecho que llenó de fe y esperanza a Pedro, Santiago y Juan para aguantar el tiempo de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, que estaba por suceder; al mismo tiempo los transformó en mejores personas.
El Salvador puede transfigurarse en un país mejor, pero para eso debemos querer cambiar primero a nosotros mismos, viendo a Dios en el prójimo, velando por el respeto a la vida desde la concepción hasta la muerte natural, no siendo corruptos, velando por el bien común y no con colores partidarios, teniendo más empatía hacia los demás, no discriminar a nadie, ayudando al que más lo necesita, no olvidando a Dios como nuestro centro, haciendo obras de misericordia y sobre todo no siendo NEGATIVOS.
El país no depende solamente de los diputados, alcaldes, presidente o los magistrados de la Corte Suprema de Justicia; ellos son un 15 % de un país, el otro 85 % es la sociedad, en la cual estamos todos los ciudadanos. Considero que para que el país salga de la crisis y avance hacia el Primer Mundo depende de cada uno de nosotros. Todos podemos poner un granito de arena para que se transfigure nuestro querido Pulgarcito de América.
Pidámosle a Nuestro Divino Salvador del Mundo que nos ilumine con el espíritu santo para que cada uno cambiemos en nuestro interior para luego poner un granito de arena para que nuestro país pueda cambiar y ser un mejor El Salvador.
Somos el único país que llevamos la dicha de llevar el nombre del Salvador; somos pequeños en territorio, pero grandes en fe y las bendiciones que Dios nos manda cada segundo.
¡¡¡No olvidemos esa gran bendición!!!
*Colaborador de El Diario de Hoy.