Hace unos días salió una noticia en el periódico, que el gobierno estaba pidiendo a la Asamblea reducir las becas de FANTEL en 4 millones de dólares y al mismo tiempo cambiar el criterio que se usa para asignar las becas, de excelencia académica a necesidad económica. Esta noticia, que pasó sin pena ni gloria, inadvertida por la mayor parte de la ciudadanía, contenía en sí esencias de los problemas más graves que aquejan al país y pronósticos muy graves para su futuro.
En primer lugar, una de las debilidades más grandes que tiene el país es que su gobierno está en manos de personas que no tienen la más mínima idea de la importancia que tiene la educación en el progreso humano, individual y colectivo, porque al fin y al cabo han llegado a sus altas posiciones por medios totalmente diferentes a adquirir una educación. Han llegado allí porque han sido elegidos por gente que tampoco tiene una idea de que la única ruta que tiene el país, y cualquier otro país, para progresar, eliminar la pobreza, crear una clase media cada vez más fuerte y convertirse en un país desarrollado es precisamente la educación. Por eso, ante la crisis fiscal que ellos mismos han creado a través de gastar en todo tipo de desperdicios, lo que hacen es reducir fondos que podrían ayudar a nuevos ciudadanos a progresar de verdad y llegar a puestos importantes porque tienen algo que enseñar en términos de capacidad, no como los de ahora que no saben que esa es la manera de servir al pueblo.
Segundo, la eliminación del requisito de excelencia académica muestra otras actitudes en las personas que manejan nuestro gobierno—la cólera contra las personas que son capaces de estudiar bien y lograr éxitos académicos y en la vida real aunque hayan crecido en ambientes que no les podían costear los estudios que ellos podían, y eventualmente pudieron con la ayuda de becas y otras ayudas, llevar adelante. Esas personas son mudos testigos del fracaso de los que no buscaron el estudio sino otras vías para ascender al poder y beneficiarse de él.
Por esto los funcionarios del gobierno le cierran la puerta a estas personas esforzadas y honradas, de dos maneras: una, la reducción del monto de las becas, y la otra, el quitarles la ventaja que merecidamente tenían para competir por las becas al no ser mediocres sino exitosos.
En tercer lugar, el haber quitado el requisito de excelencia académica abre las puertas para otro problema enorme que hay en el país. Si ya no se da ventaja a los que tienen dicha excelencia, cualquiera puede optar a las becas, y éstas se pueden asignar arbitrariamente, por preferencias, por amistades, por clientelas políticas, por privilegios obtenidos en la plaza pública, no en los centros de estudio en donde está el futuro del país.
En cuarto lugar, todo esto trasluce la prepotencia de la ignorancia, que tanto ha destruido en nuestro país, el deseo de reducirlo todo al mínimo común denominador, de desear la destrucción de cualquier medio que pueda ayudar a otro salvadoreño a superarse con tal de no satisfacer el odio a ver a alguien logrando algo que los funcionarios no pueden lograr.
Esto me recuerda un cuento ruso. La Virgen María se presenta a un campesino de ese país y le dice que está dispuesta a darle cualquier cosa que quiera, con la condición de que le va a dar el doble al vecino del campesino. El campesino se queda meditando un largo rato y luego le dice a la Virgen: “Sácame un ojo”.
Esto es lo que el episodio entero refleja como esencia, detrás de todas las circunstancias. Arruinarle las posibilidades de triunfo al prójimo para que no se convierta luego en la evidencia más terrible del fracaso de los que dedicaron su vida a destruir, y que, en una trágica vuelta del destino de nuestro país, llegaron a donde están por su capacidad de hacerlo.
*Máster en Economía,
Northwestern University.
Columnista de El Diario de Hoy.