El pasado miércoles catorce de septiembre, el embajador de Gran Bretaña en El Salvador, Bernhard Garside, publicó en su cuenta de Twitter una foto amena, como las que suele “subir” a dicha red social: seis personas sonriendo como si acabaran de terminar una reunión de amigos. Inmediatamente los ojos de la prensa y de aquellos que seguimos con lupa la política salvadoreña se centraron en el amigo situado en el medio, el Fiscal General Douglas Meléndez. Y es que no se trataba de una plática de amigos cualquiera, sino una en que un grupo fuerte de aliados de la comunidad internacional otorgaba su respaldo a la Fiscalía en la lucha contra la corrupción.
Las reacciones al tuit del embajador Garside no tardaron en aparecer. Muchos salvadoreños agradecían a través de las redes sociales que la comunidad internacional pusiera sus ojos en el trabajo que el Fiscal General está realizando e invitaban a que siguieran pendientes de la todavía lenta lucha contra la corrupción; por otra parte, varias personas cuestionaban qué tan desinteresada es la cooperación que se está brindando por los representantes de estos países a El Salvador.
Vamos al pensamiento más básico; cualquier diplomático proveniente de un país de primer mundo debe encontrarse escandalizado cuando es testigo que en el país hemos normalizado las altas cifras de homicidios diarios que soporta la ciudadanía, quienes optan por irse de la zona en la que viven e incluso consideran como mejor opción huir del país; cualquier diplomático se incomoda cuando observa el irrespeto a la institucionalidad, los indicios de corrupción y la polémica en la que se ven envueltos muchos políticos en el país, donde ya existe poca vergüenza y dignidad como para poner a disposición el cargo o renunciar. Las situaciones anteriores, entre otras, son fuente de alarma en países como Gran Bretaña, Canadá, Estados Unidos, Alemania, entre otros, y creo que es hasta lógico que sus embajadas busquen la forma de colaborar en la lucha contra estas situaciones anormales, considerando también que muchas de estas naciones aportan fondos monetarios para el desarrollo de proyectos en el país.
Por otra parte, el punto fundamental por el cual países como Canadá y Estados Unidos están situando su vista en los países del Triángulo Norte es porque la poca capacidad de los gobiernos de mantener en condiciones dignas a sus ciudadanos está generando una crisis humanitaria en las fronteras de los países norteamericanos y estamos obligándolos a incurrir en costos humanos, sociales y políticos que quizá no deberían estar sufragando. El pasado martes trece de septiembre, La Casa Blanca publicó un comunicado en el que informaba una llamada telefónica entre el vice presidente de los Estados Unidos Joe Biden y el presidente Sánchez Cerén, en la que se externó la profunda preocupación que existe por parte de la nación norteamericana sobre la migración irregular (incluyendo la de niños solos hacia sus fronteras) y la necesidad de fortalecer la cooperación bilateral y regional para superar el problema.
Este tipo de crisis humanitarias es uno de los puntos más importantes por los cuales a la comunidad internacional le interesaría ver a un El Salvador menos corrupto, más fuerte institucionalmente hablando, que sea capaz de ofrecer respuestas a las necesidades de sus ciudadanos e impulsar el crecimiento económico que beneficie a todos; el mejoramiento de las instituciones trae consigo el bienestar de la gente, traducida en mejoras en la seguridad, en la prestación de servicios como educación, salud, justicia, transporte público, entre muchos más.
¿Alguien ve algo malo en querer limpiar la corrupción en las distintas instituciones? ¿Alguien ve algo malo en querer evitar crisis de migrantes y que estas personas tengan la oportunidad de salir adelante dentro de las fronteras que los vio nacer? Parte de la soberanía que tanto pregonamos incluye la capacidad del Estado de mantener a sus ciudadanos de manera digna dentro de sus fronteras y no incentivarlos a irse por situaciones de pobreza, exclusión e inseguridad. Yo me atrevería a decir que la comunidad internacional honesta y que quiere colaborar en la construcción de un mejor futuro para el país, no solo son amigos del Fiscal General, sino de la ciudadanía salvadoreña.
*Columnista de El Diario de Hoy.