El Papa, las Naciones Unidas y prácticamente la mayoría de países hispanoamericanos y de Europa han denunciado lo grotesco de inventar “nuevas justicias” con una asamblea constituyente en Venezuela, más cuando el objetivo es blindar a los narcotraficantes que detentan el poder, como ha denunciado el senador estadounidense Marco Rubio.
Cambiar la Constitución para mantenerse en el poder fue el recurso del general Hernández Martínez para continuar en la presidencia de El Salvador en los años 30 y 40 y es lo que el déspota de Turquía, Erdogan, pretende hacer.
La Fiscal venezolana, Luisa Ortega, rechazó y abrió un proceso penal por la instalación de la “constituyente”, a lo que el régimen respondió sacándola de la sede del Ministerio Público.
Maduro se sostiene valiéndose del ejército de ocupación cubano, que se calcula son más de veinte mil hombres a los que se suman los “médicos” destacados en el país, que son otra división militar.
Por una parte se dice que nadie puede intervenir en “los asuntos internos de Venezuela”, pero por la otra la dictadura cubana es la que sostiene por la fuerza al régimen.
Y la razón es el petróleo. Sin el petróleo venezolano, que los cubanos en gran parte venden en los mercados internacionales, la economía de la Isla colapsaría, ya que el sistema la ha destrozado, pues fuera del turismo, de los extranjeros que llegan a aprovecharse del trabajo de siervos, no hay otras fuentes de ingresos.
Las dictaduras son la imposición de una minoría sobre el resto de la población, a la que regimentan con disposiciones de toda clase y castigan al que desobedece en muchas formas, sea quitándole su trabajo, aislándolo, encarcelándolo, torturándolo o asesinándolo. En Cuba las penas por “hablar más de la cuenta” pueden ser de hasta veinte años de prisión; en Corea del Norte las penas son condenas a trabajos forzados o simplemente se asesina al disidente; Kim Jong-un ya hizo que perros furiosos devoraran a personas, o los mata disparándoles morteros.
Bien dijo Horacio, el poeta latino, que “el hombre es el lobo del hombre”, y al serlo se extrema en crueldades.
Los socialistas del Siglo XXI le temen a la libertad y a la justicia
Lo que vale preguntar a los socialistas del Siglo XXI en este país es, ¿por qué no hacen de lado sus fanatismos y complejos sociales y apuestan por la libertad, por la civilización, por modelos como el de Costa Rica, Panamá, Colombia?
¿No les atrae ver cómo las personas en esos países circulan sin miedo, se reúnen para hablar, tomar café, comer juntas, divertirse, sin tener el temor de que las vean como burgueses y quieran perseguirlas y esclavizarlas?
Como era en El Salvador antes: había oportunidades de empleo, los habitantes se enfiestaban, se enamoraban muchachos y muchachas y adultos y además los trabajadores sabían que podían disfrutar del fruto de su esfuerzo sin que nadie los saqueara o les tildara de explotadores, como ahora.
A esto hay que sumar el que bien o mal, los servicios público funcionaban, pese a la destrucción perpetrada por la guerrilla a lo largo de veinte y tantos años.
El Salvador tuvo que endeudarse para poder reconstruir lo que se destruyó y además pagar a los acreedores extranjeros.
Hoy ya no se destruye con bombas sino con malas leyes y con el saqueo fiscal, a lo que se suma la corrupción de la nueva clase...