Hablemos de pacto fiscal, pero en serio

Tampoco, en términos orwellianos, nos podemos seguir dando el lujo de mantener (o engordar) con nuestros fondos al cerdo que representa al mal funcionario del Estado.

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25 September 2016

En una dura comparación satírica hecha en la obra “La rebelión de la granja”, donde los cerdos de una granja equivalen a la clase política dominante en los tiempos de Stalin, George Orwell relata de forma sencilla cómo la lucha por erradicar una tiranía (en el caso de la obra, la tiranía de los humanos sobre los animales de la granja) termina convirtiéndose en otra tiranía al llegar al poder (los cerdos empiezan a gobernar  sobre el resto de los animales de la granja), utilizando para satisfacciones propias los bienes de la granja.
  
En uno de los pasajes de la obra, los animales habían dado por hecho que la comida se repartiría de manera equitativa bajo el nuevo gobierno, pero se dio la orden que toda la fruta sería recogida y llevada a los cerdos. Al dar las explicaciones sobre esos hechos, los cerdos manifestaron: “¡Camaradas! Espero que no penséis que los cerdos hacemos esto con espíritu de egoísmo y privilegio. A muchos no nos gustan la leche ni las manzanas. El único objetivo que tenemos, al conservar estas cosas, es preservar nuestra salud. La leche y las manzanas contienen sustancias totalmente necesarias para el bienestar del cerdo y nosotros trabajamos con el cerebro. La gestión de esta granja depende de nosotros, ya que día y noche velamos por vuestro bienestar. Es por vuestro bien que bebemos la leche y comemos las manzanas. Si los cerdos no cumpliéramos con nuestro deber volverían los humanos”.

Esas pocas líneas reflejan lo que ha vivido El Salvador en los últimos años. Hemos ido  pasando de gobierno en gobierno bajo la promesa que las cosas mejorarán, las malas prácticas serán erradicadas y al final nos ha llegado más de lo mismo, cambiando únicamente de autor. Y una de esas malas prácticas que atenta con explotarnos en la mano es la incapacidad de administrar de manera eficiente el dinero público y la utilización insistente del mecanismo de la deuda para financiar las actividades regulares del Estado; esto ha abierto la posibilidad de que el Gobierno caiga en el impago los próximos meses, al ser incapaz de honrar los distintos compromisos adquiridos, incluyendo préstamos, pensiones y salarios. No es secreto para nadie que todos los gobiernos anteriores recurrieron a la adquisición de deuda para solventar sus gastos, una práctica que se ha vuelto permanente con el paso del tiempo.
 
Parte del riesgo de “default” tiene sus raíces en considerar “soluciones únicas” a los problemas fiscales del Estado. Nos plantean la necesidad de adquirir préstamos por montos que rondan los mil doscientos millones de dólares como forma de solucionar el problema, sin tomar en cuenta otras medidas que resolverían el problema en el largo plazo; la necesidad de reducir los gastos innecesarios, reducir la inflada planilla estatal, unificar salarios y prestaciones para que estos no se establezcan de manera arbitraria, realizar una reforma integral en el tema de las pensiones, focalizar adecuadamente los subsidios, combatir (realmente y no solo con quejas de funcionarios) la evasión fiscal, entre otras medidas, tiene que ir a la par de la discusión del presupuesto general de la nación, préstamos y pacto fiscal.

Los ciudadanos no podemos seguir creyéndonos las palabras de quienes nos gobiernan sin realizar el control de sus actuaciones, en un análisis respectivo de la coherencia entre las palabras de los gobernantes y sus acciones. Como pasó en la obra de Orwell, nosotros no podemos darnos el lujo de creernos sin reproche las justificaciones que se nos brinda y creer que todas las acciones son en favor del Estado. Y tampoco, en términos orwellianos, nos podemos seguir dando el lujo de mantener (o engordar) con nuestros fondos al cerdo que representa al mal funcionario del Estado, en términos de su incapacidad en la administración de fondos públicos y despilfarro. 

En El Salvador por muchos años hemos recurrido al método de la deuda para sacar a flote las finanzas del país, sin considerar el resto de medidas totalmente necesarias para que las acciones no sean solo paliativos a corto plazo, sino que se traten de la elaboración de una cura en el largo plazo. Es necesario que hablemos de pacto fiscal, pero esta vez en serio.
 

*Columnista de El Diario de Hoy.