En los últimos años nos hemos dedicado a comunicarnos por medio de mensajes, esta actividad va en aumento cada vez más; el problema es que ya no casi no existen las llamadas telefónicas y las tardes de café entre amigos.
Claro. Hemos acortado enormemente las distancias y podemos hablar más fácilmente y de manera más económica con un amigo o la persona que amamos o un familiar que se encuentre lejos de nosotros, pero al mismo tiempo nos estamos alejando de los más cercanos, ensimismándonos en nuestro celular.
Pero también esta práctica ha dado lugar a distanciamientos, peleas y malentendidos entre los interlocutores. Una mala interpretación en algunas conversaciones nos puede llevar a distanciarnos de las personas momentáneamente o definitivamente, sin saber la causa del enojo. ¿A qué se debe esto? Muy fácil, a que conforme va pasando la conversación, pensamos que estamos en la misma frecuencia de nuestro interlocutor y que está poniendo toda su atención en nosotros; pero no sabemos la realidad, quizá está haciendo más actividades al mismo tiempo y/o chateando con alguien más; eso le resta atención a lo que está platicando y puede dar como resultado a un mal entendido en la respuesta por no tener toda su atención, porque podrá haber sido alterado su estado de ánimo en la otra conversación o en la actividad que está realizando.
Hay varias cosas que influyen y afectan en lo que escribimos y en lo que leemos cuando estamos chateando. Muchas veces escribimos de la misma forma en la que hablamos; el estado de ánimo en el que se encuentra el que escribe y el que está leyendo también influyen en la conversación, la entonación que le da el que escribe y la que le da el que lee el mensaje. Todo esto, algunas veces, puede llegar a dar lugar a malas interpretaciones; puede que la persona lo escribió riendo como una broma y la persona que lo recibe, puede que lo lea de mal humor y malinterpretar y tomar como agresión o dar por sentado una actitud que quizá no era la intención de la persona que mando el mensaje. Un mensaje de respeto puede ser tomado como un absoluto reclamo.
No hay una clave o una regla para enviar mensajes, pero sería muy recomendable evitar recibir o escribir mensajes cuando estamos de mal humor, cuando estamos ocupados en otras actividades, no tener varias conversaciones al mismo tiempo, tratar de poner toda nuestra atención en una sola conversación. Si sentimos que la otra persona nos ha agredido o si su mensaje nos ha molestado o pensamos que es un mensaje mal intencionado, antes de malinterpretar y molestarnos, lo más recomendable sería hacer una pausa en la conversación y preguntar a la otra persona la intención del mensaje. Preguntemos si algo anda mal, si está molesto, si le incomodó lo que dijimos; simplemente preguntar antes de dar por sentado lo que no es. Dejemos claro el concepto real del mensaje y de la intención. Podríamos estar ahogándonos en un vaso de agua o teniendo una idea equivocada de la persona con la cual nos estamos comunicando.
Para ser honestos, yo he abusado mucho de este tipo de comunicación escrita. Hace poco me llevó a un malentendido con una persona, lo cual ocasionó un distanciamiento entre nosotros.
Para evitar problemas es mejor hablar con las personas viéndose a los ojos o llamando por teléfono. Es más fácil entender la intención del mensaje escuchando el tono de voz de nuestro interlocutor; es más personal que hacerlo por mensaje escrito. Así que cada vez que quieras comunicarte con alguien y no puedas hacerlo en persona, hazlo por teléfono, es más rápido y tendrás más posibilidades de que tu mensaje llegue y se entienda mejor. Muchas veces es más agradable escuchar la voz de aquellos a los que queremos que recibir solo un mensaje; un “HOLA” de viva voz, vale más que miles de mensajes escritos.
*Máster en Educación Familiar
Asesora en Educación Familiar
georginapaulin@hotmail.com