En el lapso de los doce meses entre el Día del Periodista del 2016 y hoy, muchos informadores en el mundo han sufrido persecuciones, fueron asesinados, encarcelados, vilipendiados y amenazados por cumplir con su vocación y su deber, por ser mensajeros, testigos e intérpretes de sucesos, parteros de nuevas ideas, críticos y fieles amigos de la gente de bien.
En nuestro suelo las amenazas se han intensificado, al extremo que el Ministerio de Seguridad llegó a proponer medidas de “autorregulación” para los medios, lo que son censuras en ciernes, de la misma manera que en los años previos un grupo de troles perpetró ciberataques y hasta trató de inhabilitar los medios digitales de La Prensa Gráfica y El Diario de Hoy.
La hostilidad y la cerrazón contra el ejercicio del periodismo son reiteradas entre los que capitanean el partido oficial, que pretenden cubrir sus fracasos y la casi caótica situación del país. Hace muy poco se obligó al cierre del programa de televisión dirigido por Rafael Domínguez, “Así estamos”.
En América Latina va una veintena de periodistas asesinados, casi la mitad de ellos en México, considerado el tercer país más peligroso del mundo para ejercer la profesión.
La censura tiene muchos rostros, comenzando por el del brutal censor o de la soldadesca que se apodera de un diario o una emisora para destruirla. Es lo que ha sucedido bajo el régimen de Venezuela, en Turquía bajo la brutal dictadura de Erdogan y con total crudeza en Siria con el ISIS.
La censura total prevalece en Cuba desde hace casi 60 años, como es norma en los reinos fundamentalistas del Medio Oriente.
Hay una repugnante censura en Ecuador, donde Correa públicamente rompió periódicos, como lo hizo Duarte con su llamado a “no comprar EL DIARIO DE HOY”. Y censura sufrió este Diario en sus inicios hace más de ochenta años con los cierres decretados por el dictador Martínez y su forzada revisión de textos previos a su publicación.
Negar información, destruir documentos, esconder delincuentes, amedrentar testigos y articulistas, burlarse de ellos, es otra repugnante faceta de censura, como lo han sido las amenazas y el espionaje sobre Roberto Rubio, como las descalificaciones que hace el oficialismo de los señalamientos de Fusades y las gremiales.
Es un privilegio ser periodista al servicio de un noble pueblo
El grupo en el poder no tiene reparo en tratar con los represores venezolanos y facilitar treguas entre pandillas como lo proclamó Funes, pero rehúsa sentarse a hablar en un plano de sinceridad con quienes producen y sostienen con su labor el empleo y el suministro de alimentos, servicios y bienes a la población, además de ser los que con sus impuestos cubren el despilfarro y los excesos del oficialismo. Y prueba de la irresponsabilidad con que se maneja la cosa pública es que el presupuesto del Cuerpo de Bomberos es menor que el monto que se paga por los seguros personales de los diputados.
Ejercer de periodista, una palabra que cubre la rica e inagotable gama de vocaciones, labores, pasión y servicios que estos profesionales llevan a cabo, desde ser mensajeros de las buenas y malas noticias hasta intérpretes de la realidad y en ocasiones mártires y cubren con honor las vicisitudes, tragedias y alegrías de esta maravillosa tierra salvadoreña, es un privilegio, un don de Dios.