Cuántos hubiésemos querido que fuera por virtud, pero tuvo que ser por necesidad. Al no dar para más las finanzas del Estado, queda todavía más claro que era esta la verdadera “motivación” gubernamental para su reforma de pensiones -- cuyos dueños somos los cotizantes, y el dinero que se encuentra en cuentas individuales nos pertenece a cada uno de nosotros--. Mención especial merecen quienes, con sus votos, podrían haber dado la aritmética legislativa al gobierno para tal fin y no los dieron. Fueron consecuentes en no transgredir la línea ultra roja que hubiese despojado a los trabajadores del ahorro de sus vidas. En una acción que, lo más probable, es que habría terminado siendo declarada inconstitucional.
Lo importante es que hemos venido saliendo del anterior escenario, que solo conduce hacia la crispación y la confrontación, y que avanzamos hacia el que tanto requiere nuestra nación: que nos pongamos de acuerdo en un par de puntos básicos de país. Cuando tus finanzas personales, familiares, de tu empresa o tu país se encuentran en rojo, como sucede con las de El Salvador, debes priorizar la búsqueda de soluciones. Una fuente de recursos puede ser a través de un acuerdo “stand by” con el Fondo Monetario Internacional, institución que, como resulta lógico, nos pide que primero nos entendamos entre nosotros y que luego negociemos con ellos.
No será gratis un acuerdo con el FMI, ya que de “las recomendaciones” del Fondo hay algunas de terapia de choque, pero nos ayudaría a empezar a sanear nuestras deterioradas finanzas y nos posibilitaría volver a recibir fondos frescos de organismos financieros internacionales, en la medida que nos sea manejable y siempre que se obtenga mayoría calificada en nuestra Asamblea Legislativa. Para ello, tal como mencionó el vicepresidente Ortiz hace un par de semanas, el gobierno podría (y debería) retirar la reforma de pensiones gubernamental. Sería un inequívoco gesto de que esta vez, a diferencia de los siete años previos en que ha sido teatro, sí va en serio la búsqueda de entendimientos básicos que conduzcan a la generación de confianza que posibilite el crecimiento económico. Pues como cita Adan Smith en La riqueza de las naciones: “una marea creciente levanta todos los barcos”.
Porque es obvio que en materia económica, además de sortear las obligaciones en el corto plazo y empezar a sanear un tanto las finanzas ejecutando mejores políticas, es el crecimiento económico lo que hace diferencia: en generación de oportunidades de trabajo para quienes no lo tienen, en recaudación de impuestos por entrar más tributos al fisco en época de vacas gordas que en la de flacas; en continuar desarrollando nuestro país, dándole mejor atención a la salud de sus ciudadanos, educándoles mejor para que puedan salir adelante en un mundo cada vez mas competitivo; desarrollando nuestra infraestructura y, por supuesto, proveyendo mejor seguridad. Porque queremos vivir en un país donde predomine el Estado de Derecho y florezca la democracia.
Se dice que hay claridad de la situación actual en el gobierno y que es “al partido” (oficialismo) al que más le está costando aceptarla. Al oír los mensajes del coordinador general no queda otra que adherirse a esta tesis. Imagino lo que será haberse quedado dos veces en la orfandad ideológica: el siglo pasado con el “Socialismo Real” y, en el presente, con el “Socialismo del Siglo XXI” y la abundancia de petrodólares que ello implicó para partidos como el FMLN. Precisamente por el reseteo político que está teniendo lugar en el Hemisferio tras el chavismo, finalizada la política de los petrodólares y dadas las condiciones en que se encuentra nuestro país, vale la pena intentar aprovechar esta nueva oportunidad que la realidad nos abre.
Para la elaboración de la Constitución de los Estados Unidos, los Federalistas y los anti-Federalistas tenían posiciones antagónicas y sostuvieron un debate que en alguna forma continúa aún vigente. No fue, sin embargo, razón para constituir lo que ahora es la única súper potencia existente en el planeta.
A nosotros no se nos requiere tanto, sólo un tanto de madurez y de realismo para con nosotros mismos y, en especial, para con nuestros hermanos salvadoreños que la están pasando muy mal. Aprovechemos la oportunidad.
*Director Editorial de El Diario de Hoy.