Los abusos cometidos por funcionarios públicos son cada vez más evidentes, graves y descarados. Sin embargo, en medio de ese triste escenario dibujado por corruptos y vividores, la integridad y coraje de los salvadoreños honestos está despertando a personas que han permanecido años hipnotizadas por hábiles ilusionistas, especialistas en engañar bajo consignas ideológicas. La respuesta de los funcionarios ante este despertar ha dejado en evidencia su cobardía y mezquindad.
Los reclamos ciudadanos han aumentado en frecuencia y contundencia, no con la intensidad que debiesen, pero han incrementado. Eso es alentador. Los que se han quedado defendiendo a los políticos de sus respectivos partidos ante los señalamientos por transgresiones serias e indiscutibles, son pocos. La mayoría de salvadoreños no antepone sus intereses políticos e ideológicos a costa de abusos y actos de corrupción cometidos por los burócratas de su partido favorito.
La ciudadanía está desencantada por la recurrencia de casos y la amplia difusión de los excesos favorecidos por los funcionarios. Son pocos los que están dispuestos a compartir la picardía de quienes, bajo consignas ideológicas, mentiras y engaños, se hacen de cargos públicos para alcanzar objetivos partidarios o individuales, en detrimento de los intereses de los salvadoreños.
Los frecuentes reclamos, denuncias y señalamientos ciudadanos en contra de funcionarios han propiciado el surgimiento de una nueva moda entre los involucrados: conferencias de prensa en las que los titulares señalados fustigan los señalamientos en su contra, flanqueados por subalternos, generalmente los jefes de los departamentos, unidades, direcciones o gerencias de más alto rango dentro de las carteras que dirigen.
El presidente de la Comisión Ejecutiva Portuaria Autónoma (CEPA), Nelson Edgardo Vanegas Rodríguez, por ejemplo, convocó una conferencia de prensa, en la que se hizo acompañar de un séquito de subalternos y trató de justificar los miles de dólares gastados en licor con fondos públicos bajo su administración. Esta semana, similarmente, David Victoriano Munguía Payés, ministro de Defensa Nacional, también convocó a una conferencia de prensa, en la que apareció rodeado de altos mandos militares, intentó justificar las discrepancias en las cifras de armas pérdidas detalladas por un reportaje de La Prensa Gráfica y, al mismo tiempo, trató de descalificar a medios de comunicación que han publicado notas periodísticas sobre posibles delitos cometidos durante su administración, argumentando que dichas publicaciones son irresponsables y tendenciosas, y que están enmarcadas en ataques políticos hechos en su contra.
Esta moda revela la cobardía y mezquindad de quienes la adoptan. La intención del titular que coordina este tipo de apariciones públicas es no asumir su responsabilidad; por el contrario, el propósito es repartirla entre todos sus subalternos. Munguía Payés, por ejemplo, en su endeble defensa contra los señalamientos en su contra y su injustificable ataque en contra de la prensa, trató de proyectar las publicaciones periodísticas como ataques en contra de la Fuerza Armada. Ningún medio ha atacado a la Fuerza Armada, sino la mala gestión de quien la preside.
En un escenario hipotético, en el que se nombrara como jefe de la Policía al Chómpiras —el famoso personaje televisivo con el que el fallecido Roberto Gómez Bolaños interpretaba a un ladrón— los señalamientos por delitos cometidos bajo su gestión no serían percibidos ni proyectados por la prensa como responsabilidad de los policías o la Policía, sino como consecuencia directa de tener al Chómpiras al frente de la fuerza policial.
Munguía y otros funcionarios similares son especialistas en instrumentalizar el prestigio de las instituciones que dirigen para tratar de limpiar su imagen pública. Sin embargo, por más que se traten de desvanecer entre sus subalternos y escudar en sus instituciones, siempre serán identificados como los Chómpiras del supuesto antes explicado.
*Criminólogo
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