Una “constituyente” para cambiar forma de gobierno

La “constituyente” es otro refrito de la propuesta de estar realizando “nuevos acuerdos de paz” de manera indefinida hasta llegar al objetivo: un régimen calcado del cubano con todas sus miserias y sus privilegiados.

descripción de la imagen

Por Elizabeth Castro

26 July 2017

Cambiar el sistema de gobierno y anular derechos y libertades esenciales es lo que se teme que están fraguando los efemelenistas con su llamado a una asamblea constituyente, el mismo juego y casi al mismo tiempo de lo que está poniendo en marcha la dictadura venezolana con Maduro.

Y como en el caso de Polonia, donde el presidente vetó una ley que daría a la Asamblea el poder de nombrar y destituir jueces y magistrados, uno de los objetivos de la propuesta es ese precisamente: manipular la judicatura, anular la separación de poderes, anular los pesos y contrapesos institucionales.

Una vez instalada una asamblea constituyente todo puede suceder, pues se abre una caja de víboras.

La “constituyente” es otro refrito de la propuesta de estar realizando “nuevos acuerdos de paz” de manera indefinida hasta llegar al objetivo: un régimen calcado del cubano con todas sus miserias y sus privilegiados.

Encaminar una reforma constitucional solo prosperaría con los votos de quienes están cegados por el fanatismo y por la compra de voluntades, aunque posteriormente esto pueda llevarlos posteriormente al banquillo de los acusados y al despojo de patrimonios mal habidos.

El primer y enorme tropiezo es que entre la extrema izquierda de este país no parece haber alguien capaz de salirse del esquema totalitario a lo cubano, por lo que en lugar de una legislación armoniosa en sus partes y además en sintonía con lo que es el Derecho Internacional --la legislación de las grandes democracias-- el resultado sería un Frankenstein, un monstruo hecho con partes de cadáveres que en un momento u otro hayan esclavizado pueblos.

El resultado sería una amalgama de leyes desde estalinianas hasta lo que Evo el boliviano haya sacado de su cabeza, entre ellas sus condenas a la civilización occidental.

No le cuesta nada a la extrema izquierda destruir lo que costó levantar

No podemos los hombres de bien en el mundo y en este suelo dejar de defender la civilización occidental, la civilización en sí, por ser la fundamental conquista humana, un logro de santos, pensadores, filósofos, estadistas, guerreros... de los que murieron en los gulags estalinianos y las víctimas de los campos de extermino nazis y cuyo sacrificio condujo a la Unión Europea y a un entendimiento supranacional sobre lo que es lo esencial de la civilización, un esplendoroso cuerpo de leyes, tradiciones e instituciones que ha ido levantándose en el tiempo pero que en cada época sufre los embates de la barbarie, desde los inquisidores que quemaron a Giordano Bruno por sostener que la Tierra giraba alrededor del Sol hasta los cristianos y otras denominaciones perseguidos por la brutal banda creada por el déspota sirio Assad.

Por lo mismo, debemos protegernos y cuidar nuestro imperfecto cuerpo de leyes y principios pero infinitamente más perfecto y protector de la persona que lo fraguado por un grupo movido por el odio y el fanatismo.

Cambiar la Constitución equivaldría a volver a las cavernas y favorecer a quienes pretenden embolsarse todo, destruir lo que costó mucho sacrificio construir.

“El precio de la libertad es la vigilancia eterna”, mantenerse siempre en las trincheras de la razón y del orden moral.