La economía es más predecible que otras disciplinas, como la política, porque es cuantificable. Esta afirmación es discutible en la medida en que el análisis económico cuantitativo se hace posible, dependiendo de la relación entre el número y la realidad. Que hay una relación es cierto, pero es más tenue de lo que podría pensarse.
No me refiero a la posibilidad de que las estadísticas económicas sean manipuladas por razones políticas, lo que ciertamente es el caso de algunos países como el nuestro, lo que ocurre menos en Europa y Estados Unidos. Pero dejando a un lado esa teoría es importante examinar la validez de los datos asumiendo que todo el mundo es honesto.
Los países están conformados por millones de personas que realizan billones de transacciones económicas cada año. Innumerables bienes son producidos, almacenados, vendidos y consumidos, en este “mar de mercancías”, el valor es creado y destruido. La inmensidad de la actividad económica, incluso en los países pequeños como el nuestro es enorme, ya no se diga en países de grandes economías como Estados Unidos con más de 300 millones de habitantes, lo que hace imposible contar cada transacción económica. Esto ha hecho necesario contar con métodos de medición más fiables.
¿Cómo conocemos las variables que conforman un hogar estadísticamente válido? Cualquiera que haya hecho una encuesta de investigación sabe que la creación del modelo contra el que se gestiona la muestra, junto con la selección de la falta de honestidad de los encuestados, es una pesadilla. Existe una creencia, a veces verdadera, de que los tamaños de muestra más grandes producen resultados más precisos, por lo que la tendencia es crear muestras más grandes. Pero una población más grande que proporciona información que debe ser formada en un binario a partir de un conjunto de datos multi-variantes puede crear caos, especialmente para un encuestador que obviamente no tiene tiempo para un interrogatorio amplio.
Una forma de ajuste es comparar la muestra con resultados en el mundo real. En las encuestas políticas hay un momento de verdad para los encuestadores: la elección. Pero para los estadísticos que calculan las cifras de empleo, no hay tal momento en que se revele la verdad y se ajuste el método. Los encuestadores políticos generan números, pero también generan un margen de error, entre el 2 % y el 5 %. Un margen de error de tres puntos crea un intervalo de seis puntos. Una ventaja de siete puntos podría significar un avance entre 4 % y 10 %.
Las cifras de empleo nunca se publican con margen de error, esto no es porque los que manejan las estadísticas crean que están en una dimensión de datos exactos. La realidad es que no saben cuál es el margen de error. No tienen el pulso de la verdad. Y al no poder medir las tasas de error empíricamente no saben cómo proyectarlas.
Cuantificar el desempleo es relativamente simple, especialmente si lo comparamos con la medición del PIB. Medir el PIB es asombrosamente difícil, ya que se basa en numerosas fuentes para intentar agregar la productividad económica. En todas las estadísticas económicas existe un margen de error inherente, lo que dificulta el pronóstico económico. No es imposible, los correctivos pueden ser aplicados. Pero el hecho fáctico es que ninguna nación, incluso una honesta, sabe exactamente cómo va la economía. Lo mejor es preguntar a personas de negocios que es lo que están haciendo, quienes dirán si la economía está estable o tal vez un poco oscilante, débil o desastrosa.
Preguntemos a unos empresarios y obtendremos un pulso sobre la situación económica. Y un pulso es lo mejor que podremos tener.
*Columnista de El Diario de Hoy
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