Con el advenimiento y cuasi ubicuidad de las redes sociales hemos incorporado a nuestro lenguaje del día a día palabras que hace un par de años no habrían tenido significados muy diferentes. Ahora, su significado es tan singular y específico, que algunas han trascendido y pueden aplicarse fuera del ámbito de las redes sociales. Es ese el caso de palabras como troll. No, no son las criaturas fantásticas que asemejarían el cruce entre un ogro y un gigante. Tampoco son los muñecos de coleccionables de pelos de colores que en la década de los noventa llenaron las estanterías de tantas jugueterías.
Después de las redes sociales, los trolles son aquellos que se dedican a fastidiarle la vida a los demás, sin mayor objetivo que hacerle difícil la convivencia a los demás. Lo mismo que un bromista pesado, sus fines justifican sus medios y su fin no es otro que ser la piedra en el zapato ajeno. Lo importante es que, a diferencia del bromista pesado, no importa si el troll está bromeando o no. Su conducta importuna de todas maneras. El verbo trollear, por lo tanto, ha venido a convertirse un sinónimo de importunar, o de lo que en salvadoreño llamamos molestar o fregar… solo que escrito con jota.
Solamente en la última semana tuvimos algunos ejemplos de trolleo en la vida real que son tan exquisitos por lo mucho que fastidian, que bien podrían arrasar con el medallero de unos hipotéticos Juegos Trollímpicos. La primera que se lleva la medalla es Lorena Peña, quien preside la Asamblea Legislativa. La diputada Peña tuvo a bien hacer uso de 51,000 dólares del fondo circulante de la Asamblea -- provenientes de nuestros impuestos -- en cosa de un año. Los resultados no le mejorarán ni a usted ni a mi, ni a ningún ciudadano, la calidad de vida. Mejorarán el negocio de la afortunada floristería a la que le quedaron cerca de 2,232 dólares, o de los restaurantes donde la diputada decidió agasajar a quién sabe qué comensales afortunados. La diputada también compró ropa. ¿Trolleada a la ciudadanía o no?
El tema no es tanto que la Asamblea haga gastos superfluos -- al final, solo vienen a sumar en una lista que empezó mucho antes de que Lorena Peña estuviera en la presidencia de la Asamblea. El tema es que hagan estos gastos superfluos en un momento en el que el país necesita cada centavo, y en el que en teoría, la austeridad fiscal ya no es solo una sugerencia benevolente sino una necesidad de urgencia. El contraste de despilfarrar en superficialidades cuando gran parte de la ciudadanía la está pasando tan mal es lo que convierte la acción en trolleo, puro y duro.
Pero sería desacertado creer que solo el FMLN consigue medallas en los Juegos Trollímpicos. ¡Qué va! El diputado David Reyes, que había llegado a la Asamblea Legislativa con promesas de renovación y de lucha anticorrupción (es decir, de hacer las cosas diferente de como se han venido haciendo) se lució trolleando a sus constituyentes la semana de vacaciones de agosto. No solo lo cacharon haciendo uso personal de un bien público: también lo cacharon desmintiendo el uso que había hecho, y se tardó tanto en reconocer su responsabilidad que hace pensar que las promesas de renovación que se veían en su candidatura no eran más que una trolleada.
Pero la medalla de oro en los Juegos Trollímpicos hay que dársela al Presidente Sánchez Cerén, simplemente, porque eso de que en El Salvador por el momento hay “buen vivir” no es más que una broma pesada.
*Lic. en derecho de ESEN
con maestría en Políticas Públicas
de Georgetown University.
Columnista de El Diario de Hoy.
@crislopezg