El Salvador: ¿Un desarrollo sin rostro humano?

La necesidad de negociar y alcanzar un Acuerdo de País, con la participación y compromiso de todos los salvadoreños más allá de las “élites” políticas, es cada vez más perentoria.

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15 August 2016

El ser humano es el centro del desarrollo. Este principio se basa en el enfoque de ampliación de capacidades y opciones de las personas relacionados con la libertad y el ejercicio de los derechos, y concibe el desarrollo y el bienestar más allá del ingreso. Hoy, los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030 de Naciones Unidas, compromiso adquirido por todos los Estados, reflejan esta nueva filosofía, más ambiciosa, que establece una amplia gama de objetivos globales económicos, sociales y ambientales que buscan erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar la prosperidad para toda la población.

A pesar de los logros alcanzados a escala mundial, desde inicio del siglo XXI, enfrentamos grandes desafíos para el desarrollo sostenible ante la persistencia de la pobreza y la desigualdad, la brecha entre los géneros, el desempleo juvenil y el empleo de baja calidad, la violencia y el terrorismo, los efectos del cambio climático y la degradación ambiental.
 
El reciente Informe Regional del PNUD sobre Desarrollo Humano para América Latina y el Caribe (2016), plantea el concepto de “Progreso Multidimensional” como una guía para dar respuestas de políticas más integrales a los problemas del desarrollo, definiéndolo como “un espacio de desarrollo con límites normativos”, pues “nada que disminuya los derechos de las personas y las comunidades, ni nada que amenace la sostenibilidad ambiental del planeta, puede considerarse progreso”.
  
El informe pone énfasis en la importancia de fortalecer la “canasta de resiliencia” (acceso a activos, calidad laboral, protección social…), y así evitar que personas en vulnerabilidad económica recaigan, retrocediendo en los logros de reducción de la pobreza hasta ahora alcanzados. Las cifras presentadas para El Salvador, indican que cerca de la mitad de la población total se encuentra en situación de vulnerabilidad económica y de ésta, entre 290 a 378 mil personas pueden recaer potencialmente a la pobreza. Asimismo, un tercio de la población se encuentra en condición de pobreza, y un quinto se considera clase media.

Nuestra situación aún es muy compleja y con retos muy particulares. Por un lado, después de una desgarradora guerra civil, tenemos una democracia frágil porque los poderes políticos aún quieren manejar las principales instituciones a su antojo e interés, debilitando la institucionalidad y menospreciando a la ciudadanía. Por otro lado, después de un cuarto de siglo de incertidumbres y con los dos principales partidos al frente de los gobiernos sin una visión de largo plazo, se han desechado las pocas buenas políticas que ha habido. Nuestra clase política ha pecado de ‘gula’ en la administración de los recursos públicos, y ha permitido que la “expulsión” de nuestros conciudadanos sea, por la fuerza de los hechos, la principal política económica y social.

Los últimos gobiernos se han adjudicado logros en la caída de la pobreza y la desigualdad, pero estudios han demostrado que estas reducciones se deben más al efecto de las migraciones y las remesas familiares que a las políticas públicas realizadas. La inconsistencia y ausencia de políticas económicas y sociales le ha cobrado al país años de progreso social. Pareciera que estamos ante un desarrollo sin rostro humano.

Debemos tener mucho cuidado al momento de analizar qué significa mantener los logros hasta ahora alcanzados en las reducciones de la pobreza y la desigualdad en un contexto de bajo crecimiento y altos niveles de informalidad laboral. Esto amerita una discusión profunda y autocrítica de nuestra situación actual. No podemos basar nuestro futuro como nación en una política perversa que recompensa la emigración ‘forzada’ de salvadoreños al exterior, ni de políticas populistas que desvían los escasos recursos que podrían destinarse a sentar las bases de un desarrollo sostenible.

La necesidad de negociar y alcanzar un Acuerdo de País, con la participación y compromiso de todos los salvadoreños más allá de las “élites” políticas, es cada vez más perentoria. ¿Estaremos a la altura de este crucial desafío?
 

*Columnista de El Diario de Hoy. 
@cavalosb