Buscaban un mejor futuro y terminaron sepultados vivos

En El Salvador el grupo en el poder no sólo no hace mucho para disuadir a los potenciales migrantes al Norte, sino que es absolutamente ciego a las consecuencias que sobre el bienestar general y las oportunidades de trabajo tienen sus políticas.

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Por Mirna Navarrete

23 July 2017

Nueve inmigrantes murieron dentro de un furgón que traficantes de personas dejaron abandonado, sin acceso a ventilación, agua, o salidas, en el estacionamiento de un supermercado de Texas.

Literalmente los inmigrantes, en su mayoría jóvenes con edades entre veinte y treinta años, fueron sepultados vivos por los coyotes que los recogieron en la frontera y los fueron a tirar al parqueo, un caso de lesa humanidad llevado a sus extremos imaginables.

Si se pregunta a un grupo de salvadoreños, personas escogidas al azar, qué es lo que más quisiera para su vida, un significativo porcentaje de ellos dirá que irse a otra parte, pues las prevalecientes condiciones económicas y la violencia agobian a la población.

Cada familia debe pedir a sus jóvenes que les alerten si alguien ofrece llevarlos mojados a Estados Unidos e identificarlo con nombres y señas, pues estos coyotes actúan como todo traficante, sin escrúpulos de ninguna clase y con mente de asesinos y secuestradores.

En varios países de la zona francófona de África los gobiernos piden a la población no poner en serio peligro sus vidas intentando llegar a Europa a través del Mediterráneo, sino que se queden donde nacieron y se esfuercen por labrarse un futuro. Y el llamado es exitoso en buena parte.

Pero en El Salvador el grupo en el poder no sólo no hace mucho para disuadir a los potenciales migrantes al Norte, sino que es absolutamente ciego a las consecuencias que sobre el bienestar general y las oportunidades de trabajo tienen sus políticas, las que pintan en colores atrayentes, pero que todos saben que son ruinosas.

Y lo de ruinosas no es un calificativo sin fundamento, sino que se basa en toda clase de mediciones, incluyendo las de las calificadoras de riesgo como Fitch, las efectuadas por las gremiales y lo que la gente palpa en su experiencia diaria.

Hace unos meses un hombre joven dejó a su pequeño de un año y 10 meses encerrado en un vehículo bajo el sol, mientras él se divertía con un grupo de mujeres en un bar cercano, en Atlanta. Cuando el individuo salió, siete horas después, el bebé había muerto de calor, asfixia y deshidratación; el sujeto fue detenido, juzgado y condenado a cadena perpetua.

Esa es la pena menor que pude dictarse contra los que perpetraron ese horror del furgón y que cobró las vidas de jóvenes que iban tras un sueño.

Tragedias como esta no conmueven al oficialismo para cambiar de rumbo

Pese a las señales el gobierno no da un paso para corregir su curso o devolver una medida de sensatez a sus políticas. Y lo que es más grave es que constantemente, como hace pocos días al hacer una revisión de “sus logros”, remachan que continuarán en ese curso al desastre, pese a la carga de sufrimiento que eso acarrea a la mayoría de salvadoreños.

El efemelenismo no puede hablar de “logros” si tiene enfrente el éxodo de salvadoreños al exterior, las pandillas y la violencia y su permanente afán por ir socavando o destruyendo lo que funciona, por dejar morir esfuerzos y proyectos educativos y culturales, por imponer un acoso fiscal que ha puesto en peligro la producción de El Salvador.