La más reciente ocurrencia conocida del Viceministerio de Transporte es la de exigir un examen sicológico a las personas que van a obtener por vez primera su licencia de conducir, examen que no es gratis; el costo es de 5.61 dólares y además esperar casi tres horas para pagar los “derechos correspondientes”, con lo que se logra el objetivo real: sacarle más dinero y agobiar a los salvadoreños.
Los autores del plan sostienen la tesis de que un examen sicológico es capaz de predecir la peligrosidad de alguien (pues sólo así se explica tan gran desatino).
Era natural que un siquiatra, y más de la categoría del doctor José Miguel Fortín, criticara la medida, pues para determinar inclinaciones o problemas de esa clase, un simple examen no lleva a nada; hay que pasar por varias pruebas y siempre quedan riesgos por determinar.
Y ese precisamente es el campo de la siquiatría, indagar si la persona evaluada puede perder control sobre sus internos problemas.
Para estos funcionarios, que deben ser los primeros en dar el ejemplo, examinarse y hacer públicos los resultados, el tiempo, dinero y molestias que sufra la gente no tienen importancia siempre que se logre el objetivo, que es seguir desplumando a los pobres pobladores de esta tierra.
Tan no tienen importancia para ellos los problemas que ocasionen sus políticas que para sostener el negocito del Sitramss desquiciaron el tráfico del Gran San Salvador, provocaron permanentes y grandes atascos, destruyeron la superficie de rodaje de vías no preparadas para soportar tráfico pesado y Dios sabe qué perjuicios han causado a las tuberías de agua potable y aguas servidas.
El objetivo final es muy simple:
caerle encima a los bienes ajenos
La obsesión por el dinero de la gente, que ha llevado a un acoso fiscal sin precedentes y que desde hace ya tiempo amenaza las pensiones de los trabajadores salvadoreños, se tapa con una permanente desinformación, con troles que agreden a personas y entidades dentro y fuera del país.
Todo el aparataje de los socialistas del Siglo XXI se apoya en un cúmulo de supersticiones, complejos personales, envidias, odios, ocurrencias a cual más descomunal, egoísmo llevado a límites patológicos y una casi absoluta falta de consideración a lo que sus actos y políticas puedan causar a otros. Lo que les importa es alcanzar sus objetivos, aunque tales objetivos se logren sobre el sufrimiento de muchos, como ahora con el desastre económico (que se pretende ser un gran éxito aunque lo desmientan todas las mediciones imparciales).
A ello se suma la incapacidad de anticipar consecuencias, literalmente de ver más allá de sus narices.
Pero el fanatismo se caracteriza precisamente por la ceguera, la misma ceguera que ha llevado a la tragedia del Medio Oriente y de Afganistán, del desastre cubano y del fracaso humanitario a causa de la dictadura venezolana.