A mí no me da pena ser de derecha

Resulta claro que la izquierda, por décadas, ha hecho su trabajo, ha reducido a los de derecha a un estereotipo al que nos da “pena” pertenecer. 

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21 August 2016

Cuando se le pregunta a cualquiera cuál es su opción política, sea empresario, profesional, empleado, ama de casa, etc., se siente chic y despolarizado el contestar que su posición política e ideológica es de “centro”. En algunos casos, incluso se siente algo “progre” revelar sus simpatías por las opciones políticas de izquierda. Todo, menos declarar públicamente ser “de derecha”, ¿por qué?

La principal causa es que el discurso de la izquierda ha profundizado tanto en nuestra psiquis colectiva que nos da algo de penita decir que somos de derecha; es como si, al decirlo, nos convirtiéramos instantáneamente en unos dogmáticos-reaccionarios, puritanos, fascistas, militaristas, antidemocráticos, antiecológicos, antiliberales, totalitarios, contrarrevolucionarios, enemigos del bienestar general y social, serviles al imperialismo, explotadores y obsesionados con la obtención del lucro a toda costa. Quizás por ello algunas personas que defienden o sostienen una ideología de derecha, creen que es necesario “disculparse” cada vez que defienden ideas, o conceptos propios de esa ideología. Como si al hacerlo estuviésemos haciendo algo incorrecto.
 
Pero ¿qué es ser de “derecha”? Pues bien, la respuesta es la siguiente: Somos de derecha todos aquellos que creemos en la defensa de la propiedad privada, en la libertad individual y comercial, en el imperio de la ley y en el Estado de Derecho. Pertenecemos a esa ideología todos aquellos que creemos en la solidez y permanencia de las instituciones republicanas, en la libertad religiosa, en el derecho a la vida, en la vigencia y defensa de los fundamentos judeocristianos que forjaron nuestra historia común como país, así como a la civilización occidental a la que pertenecemos.

Por ser de derecha, nos parece contraproducente la fiscalidad excesiva y abusiva por parte de un Estado obeso e ineficiente; por creer que la empresa privada es la que mejor administra los recursos (que siempre son escasos), los de derecha nos oponemos a la nacionalización de las empresas, así como a la creación y mantenimiento de empresas estatales usualmente corruptas e ineficientes. Con igual fuerza, al ser de derecha, nos oponemos al mal uso y despilfarro de fondos públicos, cuyo principal fin es la creación de extensas redes de “clientes políticos” dependientes de subsidios que no generan productividad ni sano trabajo, sino que degradan a los ciudadanos al hacerlos dependientes irremediable y eternamente, de la caridad pública.

Cuando tu digas que eres de derecha, implícitamente estás diciendo que crees que es la educación del pueblo, de los pequeños, de los más necesitados, de los pobres, en donde está la clave para garantizar un futuro de progreso para El Salvador. Aceptas que el individuo tiene derechos irreductibles e inalienables, tales como la libertad de culto, de movimiento, de expresión; por ello, los de derecha defendemos la libertad de prensa, de radio y de televisión, defendiendo el derecho que tienen los demás (los de izquierda, los comunistas, los ateos, los cristianos, etc), para decir lo que quieran, con el único límite de no sobrepasar o lesionar con la expresión de sus ideas, la libertad física o moral de otro individuo.

¿Por qué entonces nos tenemos que avergonzar de los valores y principios que por siempre han sido defendidos por la derecha? Resulta claro que la izquierda, por décadas, ha hecho su trabajo, ha reducido a los de derecha a un estereotipo al que nos da “pena” pertenecer; por ello muchos pensadores y políticos se esfuerzan tanto en actuar, decir y proclamar que son “centro”, es decir, esa masa de personas sin ideas políticas claras que parecen barcos sin brújula a la deriva. No sé ustedes, pero teniendo claro lo que propone la ideología de derecha, a mi no me da pena decirlo: yo soy de derecha; ¿te da pena a ti?
 

*Abogado, máster en leyes.
@MaxMojica