La ocurrencia del Ministerio de Seguridad del país más inseguro del mundo, de legislar para que los medios de difusión se “autorregulen”, indica por un lado desconocimiento de cómo trabajan los diarios y emisoras responsables, al mismo tiempo que se le resta importancia a la impunidad con que pretenden operar troles, pasquines y hojas difamatorias, muchos de ellos cobijándose con el manto del oficialismo.
Y el caso de los troles revela mucho, ya que la difamación y divulgación de noticias falsas atribuidas a los dos más importantes diarios de El Salvador son un delito que están luchando por que quede impune y generando toda clase de tropiezos y demoras en el proceso.
Hay que entender las posiciones de los socialistas del Siglo XXI respecto al ejercicio de la libre expresión que garantiza nuestra Carta Magna.
Para ellos, que se consideran en plena posesión de la verdad, como los talibanes con sus posturas, no hay nada que discutir, pues ya Marx señaló los derroteros y en su obra se resume toda la sabiduría humana. Y como dijo el Califa Omar, “si está en el Corán no es necesario, y si no está hay que destruirlo”.
Lo anterior vale para los socialistas del Siglo XXI: lo que creen es que toda la sabiduría está en el documento de toma de posiciones que emitió una cumbre, que son la fórmula para imponer un ruinoso y brutal despotismo sobre los salvadoreños.
Hay que partir de una realidad: esa gente rechaza el diálogo con otros que no sean sus allegados; el dios Marx lo dice desde su paraíso.
Las ideas, la evolución del pensamiento, lo que va surgiendo en el mundo del intelecto, del arte, de la política simplemente se considera como ejercicios inútiles o contrarrevolucionarios o reaccionarios o lo que sea, y por lo mismo no se le da espacio o se le persigue.
Y eso es precisamente lo que busca la propuesta.
Trump se ha propuesto acabar con las pandillas
El partido oficial no tiene por qué pedir “autorregulación” a los medios cuando venera a la brutal dictadura venezolana, se vincula a un dirigente con el bajo mundo y el régimen de Funes facilitó treguas y privilegios a las pandillas.
Casi desde el inicio de su presidencia, Donald Trump se comprometió a acabar con la mara salvatrucha (y por extensión con todas las maras) que ya perpetran asesinatos en Nueva York, Virginia y en muchos Estados del país.
Pero acabar con las pandillas en El Salvador es simplemente utópico si persisten arreglos entre ellos, las treguas, los permisos especiales a cabecillas, las fiestas dentro de los penales, etcétera.
Pandillas son asesinatos, secuestros, desaparecimientos, narcotráfico y la lógica consecuencia: deterioro económico, desempleo, desesperanza, confusión general y extorsiones.
Y las víctimas en su mayoría son jóvenes, el futuro teórico de la nación, jóvenes a los que la inseguridad está dejando sin futuro.