La vida antes y después del smartphone

Un fuerte aplauso – o la vieja, a la varita mágica que nos abre la puerta a un ecosistema que facilita – o complica, nuestra existencia: El iPhone de Steve Jobs.

descripción de la imagen

Por Mirna Navarrete

17 July 2017

Cuando en la U sacaba una buena nota, mi autorrecompensa era un long play (o casette) que compraba a $ 10 en The Mushroom, tienda de discos, pósteres, pipas y tatuajes. Esto sucedió en New Orleans, la penúltima década del siglo pasado. David Bowie, The Clash, Led Zepelin, Elton John, Nina Hagen, The Stones y demás. Excelente musicón que sonaba, a todo volumen, en mis parlantes - tanto los gigantes de mi dormitorio como en los diminutos audífonos del Sony Walkman.

Cuando había chance de patechuchar, mi Nikon N50, con media docena de rollos de 36 fotos, siempre en mi hombro izquierdo o en mi ojo derecho. Click, click, excelentes fotos que, medio desteñidas, reposan en los álbumes de la librera.

La novedad del momento era la apertura de Barnes & Noble, el paraíso de los lectores, así como la de Blockbuster, el paraíso de las papas de sofá.

Cuando caían chirilucas, por correo desde El Salvador, tocaba ir a hacer cola al Hibernia Bank, para hacerlas cash y así poder tomar Hurricanes en Pat O’Briens, reventarnos un Po’boy de ostras en Cooter Brown’s, cambiar los tenis en Lakeside, y comprar Supertramp en The Mushroom.

Para poder abordar los vuelos 110 /111, y gozar el Servicio Exclusivo de TACA, tocaba comprar los boletos en la agencia de viajes de la tía More, con todo y banana split, por estar ¡justo a la par del POPS!

En el aeropuerto me recogía un pariente o un chero, pero cuando no, Yellow Cab, ni modo.

Para mi graduación, la tía More reservó un busito y un bloque de cuartos de hotel. Todo coordinado con precisión, pues, cuál celular. Si queríamos hablar, el teléfono amarrado en la pared había que encontrar.

Eran los tiempos de Antel, cuando el costo de hablar a la USA daba miedo; ni digamos esperar por un teléfono de disco que había que enchuflar. Ahora, desde cualquier parte, hablamos con nuestros hermanos, cercanos y lejanos, casi de choto.

¡Cómo ha cambiado todo! Tómense un momento para admirar – o temer, a las 5 empresas temerarias, que están marcando un antes y un después con pasos de gigante: Apple, Google, Microsoft, Amazon y Facebook.

Un fuerte aplauso – o la vieja, a la varita mágica que nos abre la puerta a un ecosistema que facilita – o complica, nuestra existencia: El iPhone de Steve Jobs. El mes pasado, dicha maravilla celebró la primera década de su lanzamiento, hoy por hoy en la bolsa, cartera y mesa de noche de mil doscientos millones de adictos.

Revisábamos estadísticas de penetración de smartphones en El Salvador, y de los 7 millones de aparatos, 2.2 millones son inteligentes, la mayoría con poderes Android de Google y no iOS de Apple. Cifra en decidido ascenso gracias a la creciente demanda por ingresar al ecosistema digital.

Una vez adentro, seguimos oyendo música, pero no desde un disco o un Walkman; seguimos tomando fotos, pero no con una Nikon N50; hicimos tronar a Barnes &Noble y Blockbuster; vamos al banco, pero no necesariamente vamos al banco; podemos hacer el súper, o comprar los tenis sin salir de casa.

Río revuelto no es ganancia de todos los pescadores. Muchas agencias de viaje tronaron por culpa del poder de nuestra varita mágica que nos permite comprar, sin intermediario, asientos de avión; pescar un Uber, o dormir en casa de extraño y no en cuarto de hotel.

La innovación no se detiene. En el tintero de la manzana, el iPhone 8, para los que quieren tomar fotos en 3D y alucinar con la realidad aumentada. La apuesta de Cook es seguir ordeñando la vaca más rentable (2/3’s de sus ventas en 2016 fueron iPhones), pues a sus otros inventos les ha faltado el efecto Jobs.

Cada momento tiene su gloria. La vida pudo no haber sido tan avanzada en mis tiempos de New Orleans, pero se gozaba. La vida es superavanzada en los tiempos de las 5 temerarias pero, sus poderes, sí que nos hacen alucinar.

¿Que vendrá después? Ta ta ta tannnnnnn, leche con paannnnn…

*Columnista de El Diario de Hoy.

calinalfaro@gmail.com