En las guerras por lo general el vencedor es el que juzga los crímenes y atrocidades cometidas por el derrotado y un buen ejemplo lo vemos al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Los aliados juzgaron y condenaron a muchos militares y personajes de la Alemania de Hitler, pero se hicieron los sordos cuando les señalaron los bombardeos indiscriminados realizados por los aliados en los que murieron miles de civiles en Hamburgo y Dresde. Tampoco levantaron un dedo para juzgar a los rusos que masacraron a 20,000 oficiales del ejército polaco en el Bosque de Katyn y por supuesto ninguna organización femenina condenó la violación de más de 100,000 mujeres alemanas cometida por la soldadesca soviética en la toma de Berlín en Abril de 1945.
La historia sobre la invasión japonesa de China, Corea, Filipinas, etc. a partir de 1937 puntualiza abundantes violaciones de los derechos humanos cometidos por los invasores que nunca se investigaron y mucho menos se hizo justicia. Lo cierto es que muchos miles de descendientes de civiles agraviados nunca recibieron reparación de ningún tipo. Basta citar el ejemplo del salvadoreño de ascendencia china Don Pablo Hernández cuyos familiares sufrieron vejaciones que culminaron con la muerte de su padre durante la ocupación japonesa de la ciudad de Cantón. En su oportunidad hicieron los correspondientes reclamos al gobierno de Japón y nunca les contestaron ni por cortesía.
En todas las guerras se cometen excesos y querer reparar o resarcir a los parientes de las víctimas se transforma en un barril sin fondo. En El Salvador como al finalizar el conflicto no hubo vencedores ni vencidos se esperaban denuncias de violaciones de los derechos humanos de ambos beligerantes; no obstante, la mayor parte fueron contra la Fuerza Armada habiéndose excluido numerosos casos que estremecieron a la sociedad cometidos por el FMLN. En efecto, hubo deficiencias y hasta dados cargados en el informe de la Comisión de la Verdad. La amnistía general al menos para esos días fue un recurso importante porque permitió la reconversión de los combatientes a la paz, incorporándose sin ningún temor a la vida civil, al proceso de normalización y reconstrucción del país.
El reciente fallo contra la amnistía abre las puertas a un nuevo escenario. ¿De qué le puede servir a los familiares de un ser querido asesinado hace treinta años una investigación para conocer la verdad sobre las circunstancias en que ocurrieron los hechos e identificar a los responsables cuando con el tiempo transcurrido ya aprendieron a convivir con el recuerdo ya que esa clase de acontecimientos nunca se olvidan? Naturalmente el que los victimarios ahora pidan perdón a las familias de las víctimas en nada mitiga los años de sufrimiento de viudas y huérfanos, es más, muchas familias cristianas hasta ya perdonaron a los directores intelectuales y hechores.
En los últimos treinta años mucha información se ha infiltrado y hasta andan de boca en boca los nombres de los responsables de masacres, atentados y asesinatos, de tal manera que investigarlos de nuevo “para conocer la verdad” resulta redundante además de repasar amarguras que solo distancian en lugar de acercar. En realidad la sociedad salvadoreña debiera mirar hacia adelante, hacia el futuro. Mirar hacia atrás es un retroceso e implica el riesgo de reavivar resentimientos dadas la idiosincrasia violenta y patologías sociales prevalentes en la población.
*Colaborador de El Diario de Hoy.