El sector público funciona bien en El Salvador

El título es falaz, concedido. Pero ¿no cree que siembra bases para el optimismo? Si los de CAL han podido, ¿por qué no habrían de poder las demás instituciones públicas?

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26 August 2016

Cuando mi generación llegó a secundaria, el currículo oficial ya no incluía el estudio obligatorio de la lógica. Tengo envidia (“de la buena”, como se suele agregar en estos casos) de aquellos que sí la estudiaron. Aprendían, por ejemplo, que la sola buena forma de razonar asegura la validez lógica de un silogismo como “Todos los empleados públicos son salvadoreños. Todos los salvadoreños son buenos trabajadores. Por tanto, todos los empleados públicos son buenos trabajadores”. La forma es correcta, la veracidad del contenido deberá ser comprobada en la realidad.

Las falacias no formales son las que tienen que ver con el contenido, no con la forma, de lo que se argumenta. La falacia de composición es una de ellas. Si yo afirmo, como lo hago en el título, que “todo el sector público funciona bien”, y esto lo digo solo porque hay una oficina que lo hace, entonces cometo la falacia de composición (afirmar para el todo lo que es cierto solo para la parte). Supongo que los publicistas (incluyo a los “asesores de imagen” de candidatos políticos) estudiarán los efectos que puede tener una afirmación como la del título comparada con, por ejemplo, “Una oficina del sector público funciona bien”. Usted, convencido como está que el sector público no funciona bien en el país, deberá descubrir en qué momento el argumento que sigue se vuelve falaz. Veamos si me pilla en falta.

Recibí en la clínica hace unas semanas a una señorita de más de 25 años quien, habiendo completado su primaria y secundaria en “los USA”, decidió regresar al terruño. Ingresó a una universidad local pero luego de un par de infructuosos años académicos, decidió buscar ayuda profesional. La acompañaba su padre, quien ha tomado muy en serio el proceso y solicitó también, para ella, una audiometría. De las opciones que le ofrecí, él escogió el Centro de Audición y Lenguaje (CAL), institución de naturaleza pública adscrita al Instituto Salvadoreño de Rehabilitación Integral (ISRI). Durante la primera entrevista él había informado que “allá” se había convertido en empresario, próspero a juzgar por anécdotas que refirió. Esta semana tuve la oportunidad de atenderlos nuevamente, “felices y a la vez contentos” de haber conocido el CAL. 

El señor es muy locuaz, pero en esta sesión venía particularmente expresivo, diríase con verborrea. “Primera vez desde que volví al país que estoy en una oficina pública en donde se atiende bien a la gente” inició. “Ojalá y así estuvieran todos los hospitales e instituciones del sector público. Tuve que ir al baño y, para mi sorpresa, estaban que relucían de limpios”. “Ese director, si todo lo que hace allí lo cubre con el presupuesto que le asignan, o hace magia o es un genio administrativo”, agregó mi exultante cliente. “Basado en mi experiencia como manager en los USA —hablaba sin interrupción— le puedo asegurar que ese personal debe ser supervisado con frecuencia. No hay empresa que funcione bien si los empleados no son exigidos para ofrecer calidad en su servicio ni se sienten importantes para la organización”. Y seguía: “Mire licenciado, he vuelto ‘de allá’ convencido que El Salvador progresaría con solo cambiar dos filosofías: la de los patronos, que ya no sigan creyendo que son dueños de las vidas de sus empleados y la de los empleados, que entiendan que hay que trabajar duro y bien para que la organización produzca. Todos ganaríamos con solo eso que cambiáramos, se lo aseguro”, casi concluyó. 

Varias personas en los últimos años me han hablado en parecidos términos de la buena atención brindada por el Centro de Audición y Lenguaje. “Mire licenciado, ni calor se sentía de lo bien presentado y arborizado que está. Debería conocerlo”. Lo conozco, amigo, por eso lo incluyo en mis recomendaciones. 

El título es falaz, concedido. Pero ¿no cree que siembra bases para el optimismo? Si los de CAL han podido, ¿por qué no habrían de poder las demás instituciones públicas?


*Psicólogo y colaborador de El Diario de Hoy.